
En este pasaje del Evangelio de San Juan encontramos pistas clave para identificar cómo la presencia de Jesús transforma nuestras vidas.
Sacerdote Jesuita, guatemalteco, con estudios en Comunicación Social, Filosofía y Teología Bíblica. Estoy convencido de la urgente necesidad de promover espacios de encuentro entre el Creador y sus creaturas, entre el Maestro y los discípulos. Para lograrlo, leer y reflexionar el Evangelio es un primer paso fundamental para conocer a nuestro Señor; Camino, Verdad y Vida.
En este pasaje del Evangelio de San Juan encontramos pistas clave para identificar cómo la presencia de Jesús transforma nuestras vidas.
Lejos de ser espectadores del sufrimiento, este tiempo de Adviento nos exige ser partícipes activos en la construcción de paz y reconciliación.
Los creyentes estamos invitados a transformar nuestra sociedad y a revertir las estructuras que oprimen y marginan.
Debemos salir de nuestros egoísmos y deseos malsanos para dar paso a la fuerza del Evangelio, la cual es luz que desplaza la oscuridad.
Jesús no es una ley impuesta y alejada de la realidad, sino que se presenta cercano al que sufre, presto para dejarse alcanzar por el necesitado.
A Jesús le importa la fe de quienes se acercan, alabando estas actitudes. Por ello le dice a la mujer, «Hija, tu fe te ha salvado.
Los discípulos pasan de estar encerrados y con miedo, a ser enviados para a perdonar y a reconciliar con el Espíritu Santo recibido.
La fe es la puerta de acceso para recibir el saludo de Paz del Resucitado. Los discípulos son enviados a llevar la Paz a todo el mundo.
La transfiguración es invitación a ponerse en camino. Se manifiesta la gloria de Dios, mostrando a Cristo como esa presencia que libera.
Para el mal, la presencia de Jesús es motivo de confrontación y de gritos, en cambio, para los hijos de Dios, es una presencia que sana y que libera.