
A su paso, la esperanza va marcando significativamente la historia de la humanidad por el impacto sanador en tantos hombre y mujeres.
Jesuita hondureño (1995). A los 22 años ingresé a la Compañía de Jesús. Mediante la espiritualidad ignaciana me ha enseñado a vivir la fe desde la confianza en Dios, en mí mismo y en los demás. Dicha confianza es el motor que me impulsa a cultivar y cuidar, buscando alabar a Dios a través del servicio generoso a mis prójimos.
A su paso, la esperanza va marcando significativamente la historia de la humanidad por el impacto sanador en tantos hombre y mujeres.
Es necesario y urgente sanear la idea del dios del castigo y del rayo que impiden realizarnos libremente en el amor y la compasión.
La sinodalidad implica una escucha de los pobres y marginados que ocupan un lugar preferente en el Reino de Dios, lo cual incluye a las personas migrantes.
La Pascua significa la máxima esperanza que los pueblos necesitan más que nunca para seguir luchando por un mundo solidario.
La vida consagrada hoy se puede definir y significar desde el llamado particular que Dios hace para colaborar en el servicio desmedido.
El compromiso con los migrantes no se limita a la atención inmediata, sino que implica la lucha contra las estructuras y dinámicas.