
El miedo nos puede poner la treta de identificarnos únicamente con nuestro pecado o nuestras incoherencias, pero Jesús llama a no dejar que el miedo sea nuestra identidad
Sacerdote jesuita, guatemalteco, de la Provincia de Centroamérica. Maestro en filosofía y ciencias sociales, ITESO. Doctorando en Teología Fundamental, Universidad Gregoriana. Resisto en el deseo de vivir al servicio del Evangelio, sueño con una comunidad cristiana de gestos y palabras consoladoras, tan misericordiosa como su Señor.
El miedo nos puede poner la treta de identificarnos únicamente con nuestro pecado o nuestras incoherencias, pero Jesús llama a no dejar que el miedo sea nuestra identidad
El Evangelio nos revela que esta familia está conformada por los pobres y pecadores, los excluidos y descartados, los buscadores de justicia.
Siempre podemos volver a casa, como personas y como comunidades, quizá sólo haya que escuchar en la noche los sueños que cambian senderos.
El evangelio revela que la historia está salvada, que caminamos con la esperanza de que el reino de Dios será en todos y para todos.
Que todos podamos tener el corazón de su Hijo, que tomaba a los pequeños en sus brazos y los bendecía imponiéndoles las manos.
Quien quiera seguir a Jesús debe aceptarlo como pan de cada mañana, como alimento que sacia. Jesús no es el aperitivo de nuestra vida, es el alimento.
Jesús invita primero a entrar en la casa, y quedarse en ella… No hay palabra salvadora y sanadora sin este gesto primordial de comensalidad.
El Evangelio nos invita a que nos alimentemos de la vida de Jesús y que bebamos el espíritu con que él ha vivido.
Jesús nos recuerda hoy que no hemos de temer, que él nos cuida y respalda nuestras vidas con su propia vida. Por eso Dios Padre ama a Jesús.