
Al contemplar de cerca el drama del dolor humano de la migración, descubro la invitación interior a llevar amor y esperanza.
Reflexiones en prosa o verso que analizan la coyuntura de nuestra sociedad, con especial énfasis en la realidad centroamericana.
Al contemplar de cerca el drama del dolor humano de la migración, descubro la invitación interior a llevar amor y esperanza.
Hemos perdido la capacidad de medir las consecuencias de los discursos, hemos perdido la capacidad de cuestionarlos.
Su nacimiento nos confirma que Dios es un Dios con nosotros, un Dios que nos revela que la vulnerabilidad no es debilidad.
A su paso, la esperanza va marcando significativamente la historia de la humanidad por el impacto sanador en tantos hombre y mujeres.
Dios nos conoce a cada uno y sabe las grandezas a las que estamos llamados a cumplir, nos envía como misioneros por el mundo.
La sinodalidad implica una escucha de los pobres y marginados que ocupan un lugar preferente en el Reino de Dios, lo cual incluye a las personas migrantes.
La Pascua significa la máxima esperanza que los pueblos necesitan más que nunca para seguir luchando por un mundo solidario.
Miramos a nuestro alrededor, tanta desesperanza, tanto dolor, que nuestro corazón se ha cubierto de callo, para hacerse inmune al dolor.
La vida consagrada hoy se puede definir y significar desde el llamado particular que Dios hace para colaborar en el servicio desmedido.
Ofrezcamos nuestro tiempo a alguien necesitado, festejemos con los que no tienen con quien celebrar y esperemos anhelantes a Jesús.