
El Evangelio nos revela que esta familia está conformada por los pobres y pecadores, los excluidos y descartados, los buscadores de justicia.
El Evangelio nos revela que esta familia está conformada por los pobres y pecadores, los excluidos y descartados, los buscadores de justicia.
Lejos de ser espectadores del sufrimiento, este tiempo de Adviento nos exige ser partícipes activos en la construcción de paz y reconciliación.
Este tiempo litúrgio está marcado positivamente por la espera gozosa y vigilante, el arrepentimiento y conversión.
Un camino que nos acerca de manera gradual a la noche de la Navidad, el nacimiento del Mesías, una promesa cumplida que nos deja ahora expectantes de su regreso.
Celebrar a Cristo Rey nos lleva a reconocer en la vida de Jesús un modelo para nuestras vidas, deseamos vivir como Él vivió.
Esa mirada también tiene la capacidad de transformar nuestra vida para darnos la libertad, la generosidad, para ir a lo esencial.
En Jesús, Dios nos ha manifestado su amor. Sólo contemplando al Crucificado y Resucitado, nos posibilita alzar la mirada al mundo.
En este hombre se da un cambio social y espiritual. De marginado, pasa a ser incluido, de limosnero a rebosante de vida y de tullido a seguidor de Jesús.
Los creyentes estamos invitados a transformar nuestra sociedad y a revertir las estructuras que oprimen y marginan.
Jesús reconoce la dificultad de vivir esta conversión, pero nos da la esperanza que, aunque «es imposible para los hombres, no para Dios».