
En este hombre se da un cambio social y espiritual. De marginado, pasa a ser incluido, de limosnero a rebosante de vida y de tullido a seguidor de Jesús.
En este hombre se da un cambio social y espiritual. De marginado, pasa a ser incluido, de limosnero a rebosante de vida y de tullido a seguidor de Jesús.
Los creyentes estamos invitados a transformar nuestra sociedad y a revertir las estructuras que oprimen y marginan.
Jesús reconoce la dificultad de vivir esta conversión, pero nos da la esperanza que, aunque «es imposible para los hombres, no para Dios».
Nosotros también podemos preguntarnos: ¿quién es Jesús para la gente en estos días? Es el hombre libre y liberador integral en múltiples testimonios contemporáneos.
Quien quiera seguir a Jesús debe aceptarlo como pan de cada mañana, como alimento que sacia. Jesús no es el aperitivo de nuestra vida, es el alimento.
Un encuentro sincero con Jesús siempre provoca un cambio radical. Si escuchamos más a Jesús y leemos con fe el Evangelio, cambiarán nuestras razones para vivir.
Llama la atención el reto que lanza el evangelista a la juventud, que sólo será dichosa y generosa si se pone al lado de Jesús y comparte lo que tiene.
Jesús invita primero a entrar en la casa, y quedarse en ella… No hay palabra salvadora y sanadora sin este gesto primordial de comensalidad.
La vida consagrada es vivir apasionadamente mi relación con Jesús, que está en mis hermanos y hermanas. Vivir con un sentido de humanidad profunda.