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  • Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario – Ciclo B. Domingo 17/ noviembre/ 2024
  • Marcos (13, 24-32). Jesús anuncia la venida del Hijo del Hombre
«Verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo».

El evangelio de este domingo es una pequeña selección de un discurso más amplio de Jesús sobre el final de los tiempos y sobre la venida gloriosa del Hijo. Con un lenguaje particular, conocido como apocalíptico, Jesús quiere animar a sus seguidores a no perder la esperanza y confiar en que el Reino de Dios llega delicadamente pero de forma irreversible. Dios siempre está viniendo o como decía un teólogo muy reconocido, el nombre de Dios es el nombre de un itinerario.

Por eso, la Buena Noticia de este domingo está ubicada en esa parábola pequeña de la higuera, que es una llamada al discernimiento. Hay que saber leer los signos de los tiempos. Porque el cristiano no vive por un hecho del pasado ni despreocupado por el futuro, el seguidor de Jesús está atento a los gozos y sufrimientos de cada día, sabe interpretar que el mundo cambia sin por ello dejar de ser bueno, descubre los engaños del mal espíritu cuando nos quiere cerrar en el egoísmo y en el descarte, profetiza ante la injusticia y anima la esperanza de los más pequeños para que puedan seguir esperando.

El evangelio anuncia un mundo nuevo. Los cristianos no hemos de tener miedo de afirmar que este mundo llegará a su fin, pero no porque será destruido sino porque ya ha sido salvado. El evangelio ya ha salvado el mundo y la Historia, pero la salvación no responde a criterios de eficacia e inmediatez, sino que se desarrolla como crecimiento, maduración, ramas que se hacen tiernas y hojas que brotan. Discernir es la última misión que Jesús nos da, aprender de la higuera el verdadero significado del tiempo.

Pero la espera del cristiano no es por cualquier futuro. El evangelio no habla de un «eterno retorno» donde las alegrías y las fatigas quedan anuladas, en el círculo del absurdo. Pero tampoco habla de un futuro donde todo sigue igual, un devenir infinito de sucesos que sólo nos muestran lo peor de la humanidad y donde no hay espacio para la esperanza. El cristiano no es el hombre o la mujer de la distopía. El evangelio revela que la historia está salvada, que caminamos con la esperanza de que el reino de Dios será en todos y para todos. Avanzamos en la historia confiados en que las palabras de Jesús no pasarán.

La confianza que espera no anula la atención de quien discierne. Aquí está el centro de la esperanza cristiana. Discernir los signos de los tiempos es atender los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren (GS 1). El cristiano espera a su Señor, a Jesús que volverá… pero mientras espera predica y sana, denuncia y anuncia, cura y perdona. Pues si el discípulo de Jesús no ha sabido reconocer su rostro en el más pobre, tampoco podrá reconocerlo en su rostro glorioso.

Que el tiempo presente no lo es todo es justamente lo que anima al compromiso total. Toda generación es generación final; nadie repetirá nuestra historia, por eso la vida es misión. O en palabras del padre Arrupe: «No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido».

En forma de oración, el evangelio hoy nos invita a clamar ¡Ven, Señor Jesús! Y al mismo momento a suplicar: ¡Abre nuestros ojos, para reconocer los signos de la higuera!

P. José Javier Ramos Ordóñez, SJ

José Javier Ramos Ordoñez, SJ

Sacerdote jesuita, guatemalteco, de la Provincia de Centroamérica. Maestro en filosofía y ciencias sociales, ITESO. Doctorando en Teología Fundamental, Universidad Gregoriana. Resisto en el deseo de vivir al servicio del Evangelio, sueño con una comunidad cristiana de gestos y palabras consoladoras, tan misericordiosa como su Señor.