- Cuarto domingo de Cuaresma – Ciclo C. Domingo 30 de marzo de 2025
- San Lucas 15, 1-3. 11-32
El Evangelio de este Cuarto Domingo de Cuaresma, presenta de manera magistral el significado y los efectos de la reconciliación. Así, la historia del padre que espera a su hijo arrepentido, irrumpe en nuestra razón y nos devuelve a lo más puro del Evangelio. Cuando algunos piensan que el hijo merece ser castigado por su arrogancia y vanidad, el padre abunda en gestos de alegría y abrazos de bienvenida. Si acaso, unos pocos pensaron que el padre tenía derecho a exigir explicaciones al hijo que derrochó la herencia, vemos al padre que silencia los reclamos con cantos y gritos de alegría.
La misericordia, cuando se hace vida, provoca alegría y sonrisas. Es importante que seamos conscientes de los efectos de nuestras decisiones y reacciones. Un padre, amigo o hermano que da riendas sueltas al rencor, provoca tristeza y sufrimiento a quienes le rodean. En cambio, quien permite que sea la bondad y misericordia quienes guíen sus acciones, los abrazos y la fiesta serán el desenlace.
La actitud del padre bondadoso destaca en la narrativa bíblica porque quienes acusan a Jesús, motivados por el egoísmo y rencor, buscan señalar y reprochar los pecados ajenos sin misericordia ni compasión. La relación de Dios con el ser humano no se basa en matemáticas ni en cálculos fríos. De hecho, los líderes religiosos que imponen juicios severos y castigos suelen ser quienes menos autoridad moral tienen para ser referentes. No podemos pretender amar a Dios si nuestra vida se rige por el temor al castigo. Lo que realmente nos revela su rostro misericordioso es experimentar cómo nos ve y nos trata cuando estamos frustrados y desamparados.
El poder de sentirse perdonados es lo que cambia y transforma nuestra vida. No se trata de pecar con la certeza de que seremos perdonados, sino de comprender que quien ha sido perdonado encuentra en su vida una misión: llevar a otros a vivir desde la gratitud. Los Jesuitas solemos decir que somos pecadores perdonados y que deseamos llevar el estandarte de la Cruz para que otros reconozcan a Jesús como Señor y Salvador.
Al final del Evangelio, se nos invita a ver a Dios como Padre. La parábola presenta el arrepentimiento del hijo que regresa, que desea vivir nuevamente bajo la guía y protección de aquel que nunca lo ha abandonado. El padre está presente y lo abraza en el momento más difícil de su vida. Ser misericordioso, sin dudar, es motivo de fiesta. Vivamos con bondad y comprensión para que nuestros días estén llenos de momentos dignos de celebrar y agradecer.
P. Francisco Díaz, S.J.