- Epifanía del Señor (Solemnidad) – Ciclo B. Domingo, 07/enero/2024
- Mateo (2,1-12), Visita de los magos de Oriente
«Y entrando en la casa, vieron al Niño con su madre María, y postrándose le adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra».
Celebramos hoy la epifanía del Señor, es decir, la manifestación de Dios a todos los pueblos. Esta solemnidad también es conocida como el Día de los reyes, en referencia al relato del evangelio que escuchamos este domingo. El gran mensaje de este día es que Dios se da a conocer a todas las naciones, a todos los hombres y mujeres a través de su mensaje de salvación, es decir, ha tomado nuestra condición humana y nos ha comunicado, en Jesús, su vida divina.
En el pesebre descubrimos el lenguaje que Dios utiliza para revelársenos: la vida, sencilla, frágil, necesitada de cuidado, como la del niño Jesús en el pesebre. En efecto, los días de Navidad nos han llevado a contemplar a Dios hecho uno de nosotros, no a través de grandes eventos, ni a través de fuerzas poderosas, sino en un recién nacido. En este recién nacido contemplamos la maravilla de la vida, un lenguaje que todo ser humano, sea de donde sea, venga de donde venga; sabe comprender.
La vida es el lenguaje universal que nos habla de un Dios-con-nosotros, que desea que tengamos vida en abundancia. Aquellos magos de Oriente también supieron comprender ese lenguaje, en aquel pesebre, en ese niño recién nacido, estaba presente el autor mismo de la vida, esa nueva vida representaba todas las posibilidades de salvación para la humanidad y para toda la creación. Postrados ante Él lo adoraron y dejaron que ese niño les transformara, para así poder regresar a su tierra “por otro camino” (v. 12), que quiere decir, con el corazón transformado, llevando a los suyos lo que había recibido.
Cada uno de nosotros somos testigos de esta revelación y estamos invitados a comunicarla, a ser los medios a través de los cuáles Dios se siga revelando a nuestro mundo. Para eso necesitamos aprender el lenguaje de Dios, es decir, el lenguaje de la vida. No se trata de convencer a nadie con grandes teorías o con doctrinas bien elaboradas, mucho menos imponer un mensaje por la fuerza.
Aprender el lenguaje de Dios es saber comunicar, desde nuestra propia fragilidad, la vida que Dios quiere ofrecernos. Después de las fiestas navideñas, la Epifanía quiere ser el impulso que nos ayude a renovar la vida que Dios nos ha dado en Jesucristo y a imaginar la manera en que cada uno de nosotros podemos revelar esa vida a quienes nos rodean. Contamos con una estrella: Jesús y su evangelio. Esa es nuestra guía, si la seguimos podremos comunicar la vida en abundancia (Cf. Jn 10, 10).
Por P. Carlos López, SJ