- IV Domingo de Pascua – Ciclo C. Domingo 11 de mayo de 2025
- San Juan 10, 27-30
En el evangelio del IV domingo de Pascua, el evangelista Juan nos habla del Buen Pastor, destacando dos temáticas elementales para la vida cristiana. Por un lado, la íntima unidad entre Jesús y su Padre, para demostrar la divina de Jesús; por otro, el reconocimiento mutuo entre Jesús y sus ovejas, condición necesaria para creer en él y alcanzar la vida eterna. Para ilustrar este mensaje, el evangelista Juan introduce las figuras del pastor y sus ovejas.
El evangelio enfatiza la actitud esencial de las ovejas en su relación con el Pastor: escuchar. “Mis ovejas escuchan mi voz”. Con esta afirmación, subraya la importancia de la escucha y el conocimiento mutuo entre el Pastor y las ovejas, quienes reconocen su voz. Escuchar a Jesús se convierte así en la actitud primordial del discipulado cristiano. Como consecuencia de esta escucha, surge el seguimiento: las ovejas siguen a su Pastor porque reconocen su voz: “Yo las conozco y ellas me siguen”. Asimismo, el evangelista advierte sobre la existencia del falso pastor, un extraño del cual las ovejas se apartan.
Entonces ¿quién es el Pastor al que las ovejas conocen y consecuentemente siguen? Este es el núcleo del mensaje del evangelio de hoy. “El Padre y yo somos uno”. Con esta afirmación, Jesús declara de manera directa su divinidad. No solo está afirmando una unidad de esencia con su Padre, sino también invitando a vivir la vocación cristiana a la unidad. Así es en la tierra como en el cielo. A vivir en la humanidad la unidad existente en Dios.
El Evangelio de Juan presenta a Jesús como el Buen Pastor, reconocido por sus discípulos. Ellos encuentran a Dios en la voz humana de Jesús, quien llama a sus ovejas a caminar juntas en comunidad, llenas de esperanza y de consuelo. Pidamos a Dios para que podamos reconocer la voz de Dios que camina con su pueblo.
P. José Luis Cruz, S.J.