- Domingo V del Tiempo Ordinario – Ciclo B. Domingo, 03/febrero/2024
- Marcos (1, 29-39), Jesús sana a la suegra de Pedro y a muchos otros
«La suegra de Pedro estaba en cama con fiebre, y enseguida hablaron a Jesús de ella. Él se le acercó, y tomándola de la mano la levantó, y la fiebre la dejó; y ella les servía».
El evangelio de este domingo nos relata la primera sanación de Jesús según Marcos. La semana pasada fuimos testigos de cómo Jesús liberaba a quien se encuentra poseído por un espíritu inmundo, el mal reconoce al bien y por eso grita y desespera; en cambio, el buen espíritu de Jesús lleva paz, descanso y silencio. La autoridad de Jesús es nueva, porque no se basa en el agobiante ruido, sino en la calma de quien sabe que Dios está a su lado.
Pero hoy presenciamos no una liberación, sino un resurgimiento. La sanación de la suegra de Pedro es la síntesis de en qué consiste el encuentro con Jesús. Esta mujer es «levantada» de su enfermedad y de ahí se pone al «servicio» de todos los que estaban ahí. Ninguna resurrección es la manifestación del victorioso frente al derrotado; volver a la vida, ser sanados de nuestras enfermedades, es siempre el inicio de una misión.
El llamado de los discípulos, la liberación de nuestros espíritus inmundos y la sanación de nuestras postraciones, forman parte de un mismo momento del encuentro con Jesús. Somos llamados, liberados y sanados, para ponernos al servicio de quienes se sienten excluidos, oprimidos y sometidos por el mal.
La acción de Jesús sobre la suegra de Pedro es, además, el anuncio de que la Buena Noticia de Dios irrumpe en nuestras vidas por medio de gestos sencillos, pero cargados de ternura. Jesús sana a la suegra de Pedro «tomándola de la mano».
En Jesús no hay teatro ni espectáculo, no hay abuso en su contacto; Jesús toca con cariño y ternura, porque sabe discernir que en la mujer postrada hay una diaconisa —una servidora— que solo necesita la fuerza del Cristo para transformar su enfermedad en una oportunidad para crear comunidad. Jesús sana a la suegra de Pedro con un gesto tierno, y sanándola la salva para toda la comunidad.
El reconocer el poder de los pequeños gestos, de las pequeñas acciones hechas con cariño, puede ayudarnos a no desfallecer en nuestro seguimiento del evangelio. Hoy la tentación que puede aplastarnos es pensar que solo las grandes obras, las acciones publicitadas o los gestos trending topic salvaran al mundo. Estamos bombardeados de youtubers que hacen buenas obras y desde ahí crean tendencias de solidaridad.
Qué bueno es ayudar. Pero no hemos de olvidar que los pequeños gestos de ternura también sanan, aligeran la vida, liberan del dolor. El Evangelio es sanador en la medida que es un tomar de la mano a nombres concretos.
Por José Javier Ramos Ordoñez, SJ