- Primer Domingo de Cuaresma – Ciclo B. Domingo, 18/febrero/2024
- Marcos (1, 12-15), Jesús inicia su ministerio
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepiéntanse y crean en el evangelio».
“A través del desierto Dios nos guía a la libertad”, así sintetiza y titula el Papa Francisco su Mensaje de Cuaresma 2024. En el Evangelio de este domingo, Jesús nos enseña que los desiertos en la vida son necesarios e ineludibles para alcanzar nuestra plena libertad. El Espíritu lo impulsa al desierto, donde pasa 40 días en oración. Vencer las tentaciones no es una quimera, porque “en Cristo somos más que vencedores” (Cfr. Rm 8,7).
San Agustín de Hipona, en la liturgia de las horas de esta semana, también nos advierte sobre las tentaciones del mal espíritu y la manera de hacerles frente. “Si en él fuimos tentados, en él venceremos al mal espíritu. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él”.
Asimismo, san Agustín nos indica que las tentaciones pueden convertirse en una oportunidad de aprendizaje. “Hubiera podido impedir la acción tentadora del mal espíritu; pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de él a vencerla”.
Al iniciar su misión pública, Jesús se pone en las manos de su Abba. Nosotros también estamos invitados a confiar plenamente todos nuestros proyectos a su guía, inspiración e iluminación, desde el inicio hasta el fin.
El evangelio enfatiza en que el ministerio de Juan el Bautista termina, pero, entonces, inicia el del maestro de Galilea, llamándonos a creer en la Buena Noticia —que es él mismo—, y en el arrepentimiento. Creer no es para nada algo pasado de moda, pese a que haya oleadas cada vez más grandes de increencia en todos los ámbitos de la vida, y que la indiferencia religiosa sea un fenómeno cada vez más arraigado en el día a día.
El Reino de los Cielos no es un proyecto que se inaugurará en la otra vida, ya está acá, ya está cerca, ya está entre nosotros. Debe empezar a ser una realidad en cada contexto que nos toca vivir. Por ejemplo, cuando nos solidarizamos con los hermanos menos afortunados en lo material y espiritual. Como nos dice una alabanza católica, “evangelio es amar en balde hasta caer rendido”, ahí está precisamente esa cercanía.
Colaborar en el Reino consiste en hacerse cercano a nuestro prójimo, sobre todo con las masas empobrecidas. Pero también llevar una palabra a los que disfrutan de múltiples comodidades, para que se abran al compartimiento libre y espontáneo.
Creer también es condición fundamental para que Jesús realice los signos del Reino, los milagros. No olvidemos que Jesús necesita de nuestra fe para hacer milagros en nuestra vida, y así nosotros también anunciemos el Reino de Dios.
Por Carlos Herrera Cano, S.J.