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  • Domingo 2º del Tiempo Ordinario – Ciclo B. Domingo, 14/enero/2024
  • Juan (1, 35-42), Los primeros discípulos

«Jesús se volvió, y viendo que lo seguían, les dijo: «¿Qué buscan?». Y ellos le dijeron: «Rabí (que traducido quiere decir Maestro), ¿dónde vives?». «Vengan y verán», les dijo.

¡Qué fascinante es caminar con Jesús! En la actualidad es un regalo poder sentirnos fascinados por el Señor que se ha hecho carne para liberarnos de nuestras culpas. Tanto es así, que pareciera a su vez un gran reto conservar dicha fascinación frente a modelos que intentan reemplazar el lugar Dios.

San Ignacio de Loyola, en sus tiempos de juventud, soñó con ser un gran caballero de las cortes imperiales; de allí que se inspiraba en las hazañas narradas en libros de caballerías y demás. Hasta que, luego de que una bala de cañón le destrozara la pierna, regresó a sus aires natales en Loyola para recuperarse. Allí, pudo leer la vida Cristo y de los santos, encontrando en dichos modelos la fuerza, el ánimo y la gallardía que le harían zarpar hacia una nueva vida. Se encontró con el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, con Aquel que le salvaría su vida sinsentido y de Quién se fiaría en adelante.

En el texto del evangelio correspondiente a esta reflexión, nos encontramos con una realidad de encuentro con el Señor similar, aunque muchos siglos antes. Juan el Bautista indica a dos de sus discípulos lo siguiente: “He ahí el Cordero de Dios” (Jn. 1, 36b); con dicha afirmación les muestra el camino que deben seguir y los discípulos también son prestos y diligentes para seguir al Cristo. Nosotros tenemos también esta doble encomienda: señalar a los demás quién es el Cordero de Dios, mediante obras y palabras, con nuestro modo de proceder; y a su vez, estar atentos al paso del Señor en nuestras vidas.

Desde las diversas actividades que realicemos a cada instante podremos convertirnos en portadores de la Buena Nueva, anunciar a Cristo amando y sirviendo a los demás. Viene bien preguntarse de qué modo llevaremos a cabo esta misión en lo cotidiano: puede ser entre los amigos, en los estudios, con la familia, en la comunidad eclesial, en el trabajo, en la ciudad, entre muchos otros espacios. De igual modo, seguro saldremos fortalecidos y agradecidos por la posibilidad que el Señor otorga de encontrarnos con Él en medio de los demás; los apostolados y voluntariados, junto con la vivencia de los sacramentos en comunidad, ayudan a configurar el corazón con el de Cristo, vivir según su modo y aprender estar cercano a su presencia (Cf. Jn 1, 38).

Cristo es nuestra fascinación, es nuestro modelo, es el único que podrá transformar nuestro corazón para que amemos y sirvamos con generosidad. Jesucristo, que no nos detengamos en el camino y así podamos reconocerte como el Cordero de Dios, quien nos ha liberado del pecado, en quien ponemos toda nuestra confianza, a quien deseamos amar y servir con todo el corazón.

Por P. Juan Gaitán, SJ

Juan Gaitán, SJ

Sacerdote jesuita, nicaragüense por gracia de Dios, de la Provincia de Centroamérica. Realizó estudios en Finanzas, Filosofía y Teología. Nuestra historia es compartida desde el amor misericordioso que el Señor nos dispensa; de allí que, agradecidos, amemos y sirvamos. Las Sagradas Escrituras y la vivencia de la Santa Misa nos fortalecen en la búsqueda de la mayor gloria divina.