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  • Domingo XVII del Tiempo Ordinario – Ciclo B. Domingo, 28/julio/2024
  • Juan (6,1-15). Jesús da de comer a cinco mil
«Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados[d]; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querían».

En este domingo décimo séptimo del Tiempo Ordinario, la Iglesia, a través del Evangelio de San Juan, nos traslada al otro lado del Lago de Galilea, para hacernos contemplar el famoso episodio de cómo Jesús multiplicó los panes y dio de comer milagrosamente a aquella gran multitud que le seguía. Hay tres detalles que me llaman la atención de este relato:

Primero, Jesús es capaz de poner en camino a las personas. El Señor se dirige al otro lado del lago, probablemente para descansar, pero la multitud le sigue por los beneficios que reciben de él, lo cual es también válido. Esta actitud de la gente, que no se acomoda, sino que sale en su búsqueda, es la que por su audacia es capaz de ver las señales de Dios en la historia. Buscan a Jesús y él se deja encontrar. Muchas personas lo encuentran porque son capaces de ir más allá de sus ideas acomodadas, de sus maneras de pensar y proceder, van más allá de las ideologías, dejando la orilla segura se aventuran a la otra orilla de la vida: la orilla de la fe y la conversión.

En esa otra orilla sólo está Jesús y la pequeña comunidad apostólica que le sigue, siendo el preludio de la Iglesia. Podríamos preguntarnos: ¿Desde qué orilla contemplo a Jesús y su Iglesia? ¿La contemplo desde mi propia orilla o soy capaz de ir a la orilla de Jesús y su Iglesia? Cuantas veces se ve a la Iglesia en actitud de simple espectador desde mi propia orilla, desde la comodidad de mis pensares, en una crítica inmisericorde. No soy capaz de ir dentro de ella, sino siempre desde fuera.

Segundo, Jesús no se esconde ni se molesta, se deja encontrar por la gente. El Señor nos da el testimonio claro de las actitudes del Buen Pastor, no es aquel que pone primero sus necesidades y sus comodidades, sino que pone por delante el hambre de su rebaño. Nada tiene que ver con esas actitudes que a veces resultan escandalosas para el pueblo de Dios, cuando el sacerdote dice: “no me molesten”, “arréglensela ustedes mismos”, “no tengo tiempo para visitar enfermos”, “ahorita no tengo tiempo para escuchar a nadie”, un sin fin de excusas para esconderme tras mis comodidades e instituciones.

Jesús mismo pone a prueba a Felipe preguntándole: ¿Cómo compraremos pan para que coman estos? Jesús sabía lo que iba a hacer, dice el evangelista, pero quiere educar a sus seguidores, quiere ponerlos en el lugar correcto y en la actitud correcta. Si estamos allí junto a Él, el milagro ocurre, si estamos allí junto a su pueblo, la solidaridad surge mediada por él. Jesús es el único capaz de provocar en nosotros la alegría del compartir y de saciar: porque es dando como recibimos. Cuantos pastores corren el riesgo de quedarse en su propia orilla y ya no creen que Dios pueda actuar en la historia, y se ha perdido la alegría del Evangelio.

Tercero, el evangelista nos narra como un muchacho es el primero que se dispone a compartir. Llama la atención el reto que lanza el evangelista a la juventud, que sólo será dichosa y generosa si se pone al lado de Jesús y comparte lo que tiene. Estamos claros que si una pastoral está en crisis en la Iglesia es la pastoral juvenil, probablemente la mirada de Jesús encontraría a muchos viejos a esta orilla del lago y al alzar la mirada vería en la otra orilla a muchos jóvenes distraídos por los reflectores, distraídos en sus propios logros y muy ocupados en ellos, distraídos en los nuevos ídolos y las luces de los celulares, de la superficialidad y el vano honor.

El reto es dejar la orilla de la superficialidad para buscar la orilla de la profundidad. Triste también cuando la juventud de la vida religiosa vive muy distraída en su propia orilla, ya no le mueve el deseo de llevar a Jesús al mundo, sino concentrada en sus propias afecciones y amarguras, o en sus propias agendas de logros personales. Pero también hay juventud religiosa que está marcando una ruta renovada hacia Jesús, a través del anuncio de la buena noticia y el ejemplo humilde y servicial de sus vidas, poniendo la mirada sólo en su Señor. Siendo verdaderas inspiraciones para otros jóvenes, que se han cansado del entretenimiento y buscan profundidad.

Jesús invita a la juventud de nuestro tiempo a desprenderse sin miedo, él es la alegría de la vida humana, y que hace posible que una vida entregada sea realmente digna de honor. Hoy urge el ejemplo del muchacho del Evangelio, un joven que no se avergüenza de la vejez que le rodea, sino que se encamina entre las generaciones maduras que le abrazan y le abren el paso hacia el Señor. Ellos son los que contemplarán el milagro que satisface a todos. Jesús es buena noticia para todas las generaciones.

Por P. Mario Miguel Gutiérrez Cubas, S.J.

Mario Miguel Gutiérrez Cubas, SJ

Sacerdote Jesuita, actualmente Maestro de Novicios en Panamá. Realizó estudios de Filosofía en UCA Nicaragua, Teología en la UCA de El Salvador, y la especialización en Teología Dogmática y Fundamental en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, España. El perdón es el rostro concreto del amor, lo reconstruye todo.