- Domingo XIX del Tiempo Ordinario – Ciclo B. Domingo, 11/agosto/2024
- Juan (6,41-51). Jesús se presenta como el pan que ha bajado del Cielo
«Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que Yo también daré por la vida del mundo es Mi carne».
El Evangelio según San Juan no puede entenderse sin una clave de lectura, y esta es, el contraste evidente entre la Ley del Antiguo Testamento y la persona de Jesús. Entendemos que, respecto a la Ley, se radicaliza esa interpretación manipulada que la presentaba como la única verdad que salva si se cumple al pie de la letra. Recordemos que la Teología presenta el mensaje del Evangelio desde una lectura sapiencial, por ello, San Juan profundiza el tema de esa sabiduría divina que debía venir al mundo a iluminarlo y a mostrar el modo de realización de la voluntad salvífica de Dios. Lo anterior nos prepara para comprender la importancia del Evangelio de presentar a Jesús como esa Palabra encarnada en quien se cumple la voluntad del Padre.
Este desplazamiento de la Ley y colocar a Jesús como el Pan de Vida, no fue nada fácil para los judíos. Por ello dudan de la identidad de Jesús, lo cuestionan y le preguntan: ¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: ‘Yo he bajado del cielo’? Lo cuestionan porque lo conocen. Saben de dónde viene y su ocupación. En cambio, parece que tendemos a aceptar la autoridad lejana y fría de una ley que complica nuestra vida y hace más pesado nuestro camino. Las preguntas de los judíos son el catalizador para conocer más a Jesús, porque Él se presenta como el Pan de Vida. Jesús no es una ley impuesta y alejada de la realidad, sino que se presenta cercano al que sufre, presto para dejarse alcanzar por el necesitado, disponible para escuchar las preocupaciones del pueblo. Los judíos dudan y, en cierto sentido, la fe necesita de estos episodios de incredulidad para que se fortalezca. Nadie nació siendo creyente. La vida nos ofrece momentos en los cuales no entendemos la voluntad de Dios ni mucho menos sus designios. Jesús dice que es el Pan de Vida, porque la humanidad cansada y agobiada por las cargas religiosas inertes, necesita ese alimento que da vida, y que esa vida sea en abundancia.
Rescatando los contrarios de la Ley y Jesús, una ley se cumple sin preguntar. En cambio, con Jesús, se nos invita a seguirlo, ver dónde vive, acompañarlo en su vida pública donde será calumniado y traicionado. El Evangelio de San Juan sabe que la vida de un creyente necesita constantemente ese Pan de Vida para caminar en este mundo. No es cualquier pan el que necesitamos, sino uno que nos saque de las sombras de muerte y de nuestras debilidades. Nuestra humanidad necesita alimentarse del Hijo de Dios que se hizo “carne”, que habitó y se entregó por nosotros. Por eso en los relatos de la multiplicación de los panes todos quedan saciados, porque Jesús se parte y reparte. No se guarda para sí mismo. En este sentido, la misión de los creyentes es propagar el mensaje del Reino, porque en su esencia se encuentra Jesús mismo y su acto de entrega amorosa en la cruz.
El capítulo sexto de San Juan es toda una catequesis que sin dudar retoma el tema de la Eucaristía. Si vivimos cada Eucaristía como una participación activa de la muerte y resurrección de Jesús, entonces entenderemos la radicalidad de nuestra fe, que nos compromete y nos lanza a los caminos desconocidos para llevar aliento y luz a todas las naciones. Sin dejar de ser un “misterio”, cada Eucaristía muestra esa vida eterna a la cual estamos invitados. Que este Evangelio nos permita reconocer a Jesús como Pan de Vida, quien abraza nuestra humanidad y la redime.
Por P. Francisco Díaz, S.J.