- Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo B. Domingo, 21/abril/2024
- Juan (10, 11-18). Jesús se presenta como el Buen Pastor.
«Yo soy el buen pastor, y conozco Mis ovejas y ellas me conocen, al igual que el Padre me conoce y Yo conozco al Padre, y doy Mi vida por las ovejas».
¿Por qué escuchar el evangelio del Buen Pastor en el tiempo pascual? ¿Qué relación existe entre el discurso del buen pastor y la resurrección de Jesús? Este evangelio de Jesús como buen pastor nos puede ser muy conocido a todos y es uno de esos textos al que tanto acudimos cuando queremos establecer dinámicas de cuidado y servicio en la comunidad. Pero puede ser también un texto incomprendido, porque tiene el riesgo de meter en las comunidades una actitud peligrosa: hay pastores y los que no lo son, entonces «los otros» han de identificarse con las ovejas. ¿Pero es a primera vista esto así? ¿Dónde reside la buena noticia aquí?
El evangelio en este sentido es directo, solo hay un buen pastor; y Jesús para enfatizar esto en su parábola nos presenta la otra figura que se relaciona con las ovejas: el asalariado. Todo otro que no sea el pastor y dueño de las ovejas tiene poderosos intereses personales a costa de las ovejas. Pueden protegerlas, pero su límite será el dar la vida por ellas. Los lobos dispersan a las ovejas y solo el pastor las mantendrá unidas.
Este es el mensaje pascual de este evangelio. No es primariamente una analogía de los «pastores» y las «ovejas», sino la revelación de que Jesús nos protege a todos a costa de su vida, que en él no existen intereses escondidos. Muchas situaciones, experiencias o miedos pondrán en duda nuestra fe en el Resucitado y en su resurrección; los lobos de nuestra vida nos pueden dispersar. El miedo hace huir en estampida y a tropezones. Jesús nos recuerda hoy que no hemos de temer, que él nos cuida y respalda nuestras vidas con su propia vida.
Ante el lobo más grande que es la experiencia de muerte, Jesús anuncia su derrota en la resurrección. Las dinámicas de muerte no tendrán la última palabra, es más, también se debe confesar en presente, las dinámicas de muerte no tienen la última palabra. La resurrección es la promesa de salvación para todos, también para los pueblos y naciones, para la Iglesia y sus comunidades, para nuestras provincias y obras. El lobo podrá hacer huir al asalariado, pero nunca al pastor.
Por eso Dios Padre ama a Jesús. Porque da su vida y la vuelve a tomar, porque nadie se la quita, sino que la da porque quiere. Ese es el testimonio del buen pastor, vivir activamente su misión. No entrega su vida por las circunstancias; la esencia de su vocación ha sido siempre dar la vida y retomarla. Pero no lo hace para él mismo, lo hace por nosotros, por nuestras comunidades, por nuestros pueblos. Su regalo de vida es para todos, no se compra con salarios, se recibe agradecidos. Sólo en él deberemos buscar al buen pastor, todo otro espectro de salvador será siempre un asalariado, si en el mejor de los casos no es un ladrón o un bandido (vv. 8-10).
Por José Javier Ramos Ordóñez, S.J.