- Domingo XXI del Tiempo Ordinario – Ciclo B. Domingo, 25/agosto/2024
- Juan (6, 55.60-69). Los discípulos reaccionan al discurso sobre el pan de vida
«Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También ustedes quieren dejarme?" Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios"».
El evangelio de este domingo inicia con una afirmación impactante. Ante el discurso del “Pan de Vida”, que hemos escuchado a lo largo de los últimos cuatro domingos, los discípulos no ocultan su desasosiego. Son palabras muy duras las que ha dicho Jesús, ¿quién puede hacerle caso?
El evangelio de la vida y del pan no es de fácil aceptación, porque implica cambiar nuestros hábitos de fe y nuestras tercas peticiones de señales. Jesús llama a un profundo acto de fe, que no se basa ni en las señales que vienen de lo alto ni en las necesidades saciadas por el pan. Él es el nuevo banquete, vivir según su vida es alimentar justamente a todos y también asumir su estilo de vida, ésa que no deja a oveja sin pastor, pero que no cae en la trampa del caudillo, de ser nombrado “rey” por haber saciado su hambre.
Jesús sabe poner una justa medida, entre absolutizar el pan o relativizar la vida que viene de la fe. Jesús no habla de panes místicos ni de signos de poder. Él es el pan de cada día, Señor que no desatiende el hambre e Hijo que no vive solo para sí mismo. Quien quiera seguir a Jesús debe aceptarlo como pan de cada mañana, como alimento que sacia. Jesús no es el aperitivo de nuestra vida, es el alimento. Para un seguidor de Jesús, él es la plenitud de todo lo que esperamos y podemos llegar a esperar.
Por eso quienes lo escucharon han entendido bien, son palabras duras. Quien busque a Jesús como un entremés para un corto periodo de su vida no ha entendido que él es el banquete que sacia. La interrogante de Jesús es una pregunta de fuego, por la cual todos los discípulos hemos de pasar en algún momento de nuestras vidas. Mirándolo a los ojos hemos de responder si también nosotros queremos irnos; si él es nuestro alimento que viene del cielo o si solo ha sido el pan de un día y el hambre de mañana.
Aceptarlo como el pan de vida será siempre un don, un regalo que concede su Padre que está en el cielo —dice Jesús—; sin embargo, la fe será siempre el acto personal del discípulo que responde a la llamada del seguimiento. La buena noticia de este domingo es que aceptar a Jesús como pan de vida es posible. Es verdad que muchos dejaron de seguirlo aquel día, pero también es verdad que aquellos que lo amaron, nunca dejaron de hacerlo. Pedro es el portavoz de todos nosotros que buscamos en Jesús el banquete pleno, ese que destruye la enemistad y la injusticia, y anuncia un mundo nuevo, reconciliado y generoso.
Cuando nos invada la desesperanza o la frustración, cuando pensemos que el mal lo invade todo y sintamos la tentación de pactar con el conformismo del mal espíritu, será bueno recordar y hacer nuestra esta profesión de fe: «¿A quién iríamos, Señor? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». El pan de vida está ya entre nosotros.
Por P. José Javier Ramos Ordoñez, S.J.