- Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B. Domingo, 28/abril/2024
- Juan (15, 1-8). Jesús es la vid verdadera.
«Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí».
Nos encontramos en el 5to. Domingo de Pascua. La Liturgia de la Palabra, durante este tiempo, nos va acompañando para renovar nuestra fe en el Resucitado y acoger una vez más la vida nueva que Jesús crucificado-resucitado nos ofrece continuamente. Es por eso que los textos del Evangelio que escuchamos a lo largo de los domingos del tiempo pascual, nos narran los encuentros del Resucitado con sus discípulos, pero también se centran en diferentes aspectos de la relación entre Jesús y quienes deseamos vivir su Buena Noticia a lo largo de toda la historia.
El texto del Evangelio de hoy se sitúa en el gran discurso que Jesús dice a sus discípulos durante la Última Cena. Jesús se presenta con una imagen muy familiar a lo largo de toda la Sagrada Escritura: la viña, “yo soy la vid verdadera, ustedes los sarmientos”, afirma el Señor. En este discurso del Señor, la expresión “dar fruto” es repetida varias veces; dicha insistencia, puede ayudarnos a comprender el mensaje central de este texto: lo que nos identifica como los discípulos del Señor son los frutos. Sin embrago, Jesús nos dice que para dar buenos frutos es necesario permanecer unidos al Él. Es decir, dejarnos hacer desde dentro por Él, dejar que la vida que nos ofrece, nos transforme; dejar que Cristo viva en nosotros (Cfr. Gal 2,20).
El tiempo de Pascua es un tiempo para volver a la conciencia de que la vida cristiana consiste en continuar, en nuestro mundo, la misión redentora del Señor. Jesús insiste a sus discípulos que es necesario que permanezcan unidos a Él, pero esta llamada a la unidad con el Señor no tiene como objetivo crear una relación de intimismo o ensimismamiento, peor aún una fuga del mundo o de repetición de ritos vacíos. Es más bien una llamada a reproducir en la propia vida, lo que recibimos del Señor. La cercanía con el Señor nos pone de cara al mundo, al prójimo, sobre todo frente al necesitado, y nos invita a que nuestra fe no sea solo una serie de palabras, formulas o doctrinas sino acciones y obras, es decir, que nuestra fe dé frutos.
Después de la Resurrección, la primera comunidad cristiana poco a poco fue comprendiendo que, cuando el Maestro ya no estaba con ellos físicamente, les correspondía a ellos continuar con lo que habían aprendido del Señor y entonces Él estaba presente en medio de ellos. Para esto necesitaban permanecer unidos a Él y entre ellos. De esta manera podrían dar abundantes frutos. También a nosotros, este tiempo pascual nos invita a seguir con la misión del Señor, para esto necesitamos un vínculo fuerte con Él y nuestra mirada puesta en la realidad, esa que necesita de cristianos que vivan de verdad su fe en la vida de todos los días.
Por P. Carlos López, S.J.