- Sexto Domingo de Pascua – Ciclo B. Domingo, 05/mayo/2024
- Juan (15, 9-17). Jesús anuncia el mandamiento del amor.
«Este es Mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, así como Yo los he amado. Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos. Ustedes son Mis amigos si hacen lo que Yo les mando».
Al iniciar esta reflexión sobre el evangelio de este domingo, me pregunto: ¿vale la pena seguir hablando del amor en medio de un mundo roto por las guerras, odios, xenofobias, rencillas personales e internacionales, venganzas, por no señalar el holocausto humano de los actuales conflictos bélicos de Rusia- Ucrania, Israel- La franja de Gaza, etc.? Pareciera que las palabras de Jesús nos quedan demasiado grandes: “permanezcan en mi amor”, cuando el ambiente mundial contradice en mucho aquel anhelo del Señor. Hoy más que nunca queda en evidencia desnuda los planes secretos de la industria bélica y de constantes amenazas entre países con ojivas nucleares en su arsenal. De momento tenemos la cruda sensación de que algunos están decidiendo por todos: si seguimos viviendo o no en este planeta. El fantasma de la “Guerra fría” vuelve ahora, sin embargo, ya sin discursos ni proyectos, simplemente guerras de poder, de quién es el más fuerte.
Y si vamos a los ambientes de nuestros países centroamericanos de luchas políticas encarnizadas, dictaduras feroces, donde la mayor preocupación es quién tiene el sartén por el mango, los proyectos de nación van quedando cada vez más en el olvido. ¿Cómo hablar del amor en sociedades homicidas? Aún seguimos siendo una región violenta a causa del narcotráfico, sicariato, feminicidios, bandas delincuenciales, persecución política, etc. Un rosario de males, que nos dejan en vergüenza ante Dios en países que nos consideramos cristianos. Surge la pregunta: ¿realmente somos cristianos?
Si el Reino de Dios dependiera de nosotros, hace mucho la Iglesia hubiese claudicado, si no fuera por la gracia de un amor que se nos ha manifestado gratuitamente en Jesús: “Como el Padre me ama, así los amo yo, permanezcan en mi amor”. Si nuestra fe dependiera del actuar de los hombres, hace mucho que nos hubiéramos abandonado a la fatalidad, por el contrario, poseemos la terca certeza de que la humanidad tiene futuro. Pero ese futuro no descansa en nosotros, sino en la plena certeza de que nada nos apartará del amor de Dios manifestado en la cruz de Jesús: “porque no hay amor más grande a los amigos, que aquel que da la vida por ellos”.
Por tanto, nuestro futuro no se juega en nuestras manos, sino en la certeza del amor del Padre, que resucitó a Jesús y permanece para siempre en su amor. Sólo habiendo experimentado tan absoluta gratuidad, estamos preparados para sembrar esperanzas en el mundo. De lo contrario en vano se cansan los trabajadores. En el Señor descansa la historia de la humanidad, por mucho que algunos se empeñen en creer que son sus armas las que definen el futuro. La suerte ya fue echada y Dios la ganó en Jesús.
No obstante, no podemos dejar de decir, que, así como el amor es lo más gratuito que existe en el mundo, porque siempre será algo que se entrega y algo que se recibe, y en Dios tenemos tal certeza, es también lo más práctico en el mundo. Así como las personas sólo tenemos la certeza del amor en aquellos que se quedan a nuestro lado en los momentos más oscuros de la vida, ocurre lo mismo en aquel que permanece en el amor de Dios, que en medio de un mundo roto teje amores cargados de esperanza y reconciliación. No deja lugar para el odio o el rencor, sino para tender siempre puentes cargados de perdón, el cual sólo puede ser fruto del amor que nunca muere.
Sólo el amor gratuito de Dios salva al mundo, y abriéndonos a esta verdad vale la pena seguir hablando de este don que es destinado a toda la humanidad, y que silenciosamente hace nuevas todas las cosas. Jesús sólo nos deja un único mandamiento: que nos amemos unos a otros como él nos ha amado. En esto ha superado la Antigua Alianza, la cual queda abrazada por la ley del amor que hace finalmente posible los diez mandamientos. Siempre el amor será lo más gratuito y lo más práctico, y mucha gente buena se encuentra la vida, basta que le pongas un poquito de amor.
Por P. Mario Miguel Gutiérrez, S.J.