- Tercer domingo de Cuaresma – Ciclo C. Domingo 23 de marzo de 2025
- Lucas 13, 1-9
El Evangelio de san Lucas para este tercer domingo de Cuaresma, nos pone ante el contexto violento en el que Jesús tiene que llevar adelante la misión encomendada por el Padre. La realidad es hostil con gobernantes arbitrarios que no dudan quitarse de encima a todo aquel que signifique un peligro ante el orden establecido. No hay lugar para la crítica ni para oír propuestas nuevas, mucho menos si surgen de experiencias religiosas, que inmediatamente se encienden las alarmas de la desconfianza. No es permitido en ese momento ningún movimiento que levante sospecha del imperio invasor, porque podrían arrasar con toda la nación. Razón por la que las mismas autoridades judías actúan como guardianes de la paz romana. De aquí que me gustaría mencionar algunas cosas:
El evangelista nos narra cómo un grupo de hombres viene donde Jesús, quizás a modo de noticiero amarillista, no sabemos si con buenas o malas intenciones, a comentarle a acerca de la muerte de unos galileos por parte de Herodes. Pareciera que desean sembrar el miedo y el pánico en el Señor, a modo de advertencia, que si sigue con el grupo de discípulos pudiera terminar de igual manera. Es muy probable que este grupo de galileos asesinados fueran seguidores de las ideas de un tal “Judas el galileo” que en tiempos del censo romano (año 6 d.C.) había desafiado a los romanos amenazándolos de expulsión, y fue asesinado por estos junto a muchos otros seguidores. Por esta razón, el historiador judío Flavio Josefo, consideraba peligroso a Judas el galileo y el movimiento que había surgido después de él, por considerarlos una amenaza para la paz judía. El libro de Los Hechos de los Apóstoles hace mención de estos acontecimientos en el capítulo cinco (Hch 5,36-42).
Por tanto, se puede advertir, que el grupo masacrado del que nos habla san Lucas, son unos galileos posteriores que inspirados en las ideas de “Judas el galileo”, se manifiestan en resistencia a las autoridades locales y romanas. Asimismo, no aceptarían a Herodes como rey, por considerarlo idumeo y no judío, con mayor razón Herodes los mandaría a matar. Este es el panorama en el que Jesús lleva adelante su misión, y uno puede sospechar que este grupo de hombres que se le acerca a comentar quieren advertirle del peligro.
Jesús no se deja amedrentar, porque su proyecto es distinto al de “Judas el galileo”, y sólo desea ser fiel a la misión que el Padre le ha encomendado. Jesús ha enseñado el amor al enemigo, siendo los romanos el enemigo número uno para un judío, el no uso de la violencia sino el perdón, su mensaje quiere ir más bien al corazón del ser humano para que sea movido a la conversión. Por eso, se pueden entender estas palabras de Jesús: “si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”. Jesús percibe en la población una atmósfera tensa y con aires nacionalistas que finalmente pueden desembocar en una gran guerra contra los romanos, que ocurrió después en el año 60 que conllevó a la destrucción del país. Jesús quiere cambiar esa mentalidad nacionalista proponiéndoles el Reino de Dios, como un modo distinto de ser y establecer las relaciones humanas, siendo buenos incluso con el enemigo.
Jesús desea ir al único enemigo fundamental del ser humano: el pecado, que sólo se vence y se supera abriéndose a la acción de Dios, abrazando la propuesta del Reino que nos hace. El pecado está en la raíz de todos los males que aquejan a la humanidad, engendrando injusticias, guerras, muerte, por tanto, los males estructurales sólo serán superados si desde lo más íntimo del corazón el ser humano se abre a Dios e inicia el camino de su propia conversión. La cuaresma justamente nos invita a esto, abrirnos a Jesús y abrazar su mensaje de conversión, para que nuestra vida no sea estéril.
El Señor termina con una pequeña parábola de aquel hombre que tiene una higuera y que no da fruto, y por esta razón da orden a su sirviente de cortarla. El viñador intercede por la higuera, esperando que con los cuidados tal vez un año después tenga higos. El evangelista, por un lado, nos pone ante el fracaso del pueblo judío que se cerró al mensaje de Jesús y los romanos terminan destruyendo el país. Pero, por otro lado, se pudiera hacer una lectura más positiva, esa higuera es el grupo de los discípulos que asumiendo el mensaje de Jesús conforman la Iglesia que da frutos nuevos.
Y, a manera de conclusión, se pueden entresacar dos exhortaciones de este evangelio:
Primero: no desperdiciemos el tiempo que nos queda para abrirnos al mensaje de Jesús y ser más radicales en su seguimiento, la conversión nos pone de cara a nuestra propia vida y de cara a nuestra propia muerte, sólo él hace fructífera la vida, la hace más sencilla y feliz, y destinada a resucitar con todos aquellos que queremos.
Segundo: los verdaderos cambios en el mundo, en la familia, en la sociedad y en la Iglesia sólo se gestan con la conversión de ti mismo/a, más que ser jueces de los demás en sus equívocos (llámese los galileos asesinados por Herodes, o los aplastados por la torre de Siloé), hay que examinarse uno mismo. A veces esperamos que la sociedad y la Iglesia sea distinta, pero siempre voy posponiendo esos cambios en mi propia vida. Los cambios en el mundo comienzan por ti, y las transformaciones adecuadas son aquellas inspiradas por el Evangelio de Jesús y no por mis propias ideas.
Que el Señor nos dé en este tiempo de Cuaresma, la gracia de la conversión. Amén
P. Mario Miguel Gutiérrez Cubas, S.J.