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Estamos en el sexto domingo de Pascua, nos vamos acercando al final de este tiempo en el que nos hemos ido dejando renovar por la vida del Resucitado. El Señor en el evangelio de hoy, insiste a sus discípulos en la necesidad de permanecer unidos a Él.

Esta unión se realiza guardando su Palabra, es decir, haciendo que todo lo que Él les ha enseñado se convierta en vida en ellos. Es de esa manera que Él y el Padre permanecen en medio de la comunidad, a través del Espíritu Santo, que va haciendo memoria y orientando la vida de sus discípulos a lo largo de la historia.   

Esta es la certeza es la que acompaña y mueve, en esperanza, la vida cristiana. El Señor resucitado permanece en medio de nosotros y su Espíritu nos guía. Guardar su palabra significa para nosotros, dejar que la vida de Dios, su proyecto, su Reino, iluminen nuestra vida, la transforme y la oriente.

Es hacer de nuestra vida, de la Iglesia, de nuestra sociedad… eso que nos dice el texto del apocalípsis, en la segunda lectura de hoy: dejar que la gloria de Dios nos ilumine, y que la  lámpara que ponga luz a nuestros caminos sea el Cordero, es decir, el Señor, su vida en nosotros y su Palabra de Salvación.

Pidamos al Señor que su Espíritu nos ayude a discernir sus caminos y a dejarnos alumbrar por su luz.

P. Carlos López, S.J.

Carlos López, SJ

Sacerdote jesuita de la Provincia de Centroamérica. Realizo estudios en Teología Moral. Creo que el encuentro cotidiano con la Palabra de Dios es capaz de transformarnos y de orientar nuestras vidas. Es a partir de este encuentro y de la familiaridad con el Señor, que podremos adquirir los criterios para habitar cristianamente nuestro mundo. Esto es, vivir insertos en la realidad y en la historia, sin traicionar los valores fundamentales del Evangelio.