Skip to main content
  • Domingo 3º de Adviento – Ciclo B. Domingo 16/diciembre/23
  • Juan (1,6-8;19-28), Testimonio de Juan el Bautista

«Vino al mundo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. Este vino como testigo para testificar de la Luz, a fin de que todos creyeran por medio de él».

La vida nos sitúa ante realidades sorprendentes que llegamos a guardar en el corazón. Visitar un lugar especial, el encuentro con algún ser querido, servir a los más necesitados, reconciliarnos con alguien, vivir los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, etc. Es usual pues compartir con los demás dichas experiencias, con el propósito de que los demás se contagien de nuestra alegría y puedan ser partícipes, de un modo u otro, de ellas.

Cuando vamos a la Sagrada Escritura, también encontramos que para las comunidades resultó significativo haber recibido el mensaje de la Buena Nueva por medio de testigos. Pero ¿qué implica ser testigos? Se puede afirmar que no se testifica lo que no se experimenta, lo que no se conoce; es decir, puede dar fe, dar testimonio, compartir algo, quien ha vivido espacios significativos que le afectan internamente.

De manera algo maliciosa, en el pasaje bíblico algunos cuestionan a El Bautista respecto de si él es el Mesías, la Luz que iluminará a los pueblos que viven en tinieblas. Sin embargo, este sabe ocupar su lugar: ser testigo de la Luz. Esto debido a que su corazón ya no guarda más las tinieblas del desamor, de la indiferencia y de la violencia, realidades que nacen del pecado; se convierte en testigo de la Luz (de Jesús) porque luego de estar con Él, ya nada es igual que antes. El Bautista les afirma: “en medio de ustedes hay uno que no conocen” (Jn 1, 26b); una frase que encierra a su vez la invitación para que se encuentren con el Mesías, y conozcan así la Luz. Conocer a Cristo no solo por medio de ideas, sino dejar que nos transforme internamente, gustar sus enseñanzas para que nuestras vidas sean más genuinas.

En definitiva, el testimonio de Juan sigue siendo luz para todos, ilusiona, inspira, nos mueve a cambiar las realidades de vida que nos separan del Mesías, Jesucristo. Contagia una alegría interna fascinante, capaz de alumbrar. Pero, no solo él tiene ese encargo, ¡Nosotros también somos testigos de la Luz y debemos ser luz para los demás! Animémonos a mostrar con obras cuánto amor hemos recibido del Señor; vivamos como hermanos, seamos así testigos de Cristo, esperanza en medio de los demás, compartiendo la Buena Nueva: ¡Cristo es la Luz! ¡Cristo ha resucitado!

Por P. Juan Gaitán, SJ

Juan Gaitán, SJ

Sacerdote jesuita, nicaragüense por gracia de Dios, de la Provincia de Centroamérica. Realizó estudios en Finanzas, Filosofía y Teología. Nuestra historia es compartida desde el amor misericordioso que el Señor nos dispensa; de allí que, agradecidos, amemos y sirvamos. Las Sagradas Escrituras y la vivencia de la Santa Misa nos fortalecen en la búsqueda de la mayor gloria divina.