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Es tiempo pascual, celebramos el infinito amor del Padre a la humanidad expresado en la entrega total del Hijo, el resucitado que ha vencido a la muerte. El domingo pasado fue la fiesta del Buen pastor en la que se enfatiza el amor de Dios por los pequeños y más débiles, por los pecadores perdidos, una actitud de amor desde el corazón del Padre y hoy, quinto domingo de pascua, celebramos la fiesta del mandamiento nuevo de Jesús que nos invita a amarnos los unos a los otros de esa misma manera como Dios nos ama, a una actitud de amor desde el corazón de nuestra humanidad.

La pascua es un tiempo litúrgico hermoso que desde la Palabra pone en el centro lo fundamental: el amor será el sello propio de la identidad de quienes quieran seguir de manera auténtica a Jesús. Y no puede ser de otra manera porque Dios es amor (1Jn 4, 8). Por esa razón, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio nos invitan a contemplar a Cristo resucitado no solo como un acontecimiento histórico, sino como una realidad viva que transforma nuestra existencia, a una contemplación profunda del amor de Dios que se entrega sin medida.

El estilo de amar de Jesús es inconfundible. Solo piensa en hacer el bien, amparar, regalar lo mejor que tiene, ofrecer amistad, ayudar a vivir. Es un amor de carácter servicial que le pone siempre al servicio de quienes lo pueden necesitar más. Defiende a los débiles y pequeños, se acerca a quienes están solos y desvalidos, los que no conocen el amor o la amistad de nadie, cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo, respeta las diferencias cuidando la cercanía y la relación. Entonces, el estilo de amar de Jesús, distintivo y singular es lo que debe construir el carácter propio de un cristiano auténtico. Esa es la señal por la que conocerán que son discípulos míos, que se amen los unos a los otros como yo los he amado, afirma el Señor (Jn 13, 34).

Ese estilo de amar propio de Jesús es lo que da identidad al cristiano y define qué es lo fundamental en el seguimiento propio de la vida cristiana. Amar como Jesús nos amó significa entrar en su dinámica de entrega radical, de apertura al otro sin cálculos ni condiciones. El amor vivido con el espíritu de Jesús nos lleva a luchar contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir al ser humano. Es encarnar un amor que se pone más en las obras y que no se queda en palabras ni en buenas intenciones (EE, 230); un amor activo que se traduce en gestos concretos de servicio, justicia y misericordia. Una entrega que no se limita a quienes piensan igual o comparten la misma fe, sino que se extiende a todo aquel que necesita esperanza y dignidad.

Ese es el testamento que nos deja Jesús, antes de partir al Padre, antes de ser arrestado y de dar su vida en la cruz. “Sabiendo que su hora había llegado y amándolos hasta el extremo” (Jn 13, 1), de una manera única e impactante, lavándoles los pies, les dice a sus discípulos “les he dado ejemplo para que ustedes también hagan lo mismo” (Jn 13, 15), es un amor que se pone al servicio, de entrega total por el otro. Es una invitación clara a encarnar los mismos valores de Jesús y a hacer camino para identificarse con él, para sintonizar el corazón con esa misma manera de amar. En clave ignaciana, una llamada a una fe encarnada, activa y comprometida con la realidad. Amar como Jesús es hacer nuestra la actitud de servicio, la defensa de la dignidad humana y la opción por los más frágiles.

La verdadera esencia del cristianismo no está en marcar diferencias, sino en construir puentes, sanar heridas y hacer visible el amor y la misericordia de Dios en cada acción. Por eso es importante preguntarse: ¿Cómo puedo amar con mayor generosidad? ¿Cómo puedo ponerme al servicio de los demás con autenticidad y desinterés? Porque desde una perspectiva ignaciana el seguimiento de Jesús implica una disponibilidad total, dejando de lado egoísmos y seguridades, para ser signo visible de su amor. Amar no es un sentimiento pasajero, sino una fuerza que nos transforma y nos impulsa a trabajar «para mayor gloria de Dios y el bien de las almas» (EE, 233).

P. Daywing Duarte, S.J.