Skip to main content
  • Cuarto Domingo de Cuaresma – Ciclo B. Domingo, 17/marzo/2024
  • Juan (12, 20-33). Jesús anuncia su muerte

«Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto».

Todos experimentamos anhelos profundos que movilizan nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras acciones… Hay en nuestras existencias deseos profundos o experiencias que marcan nuestra vida y que nos llevan a optar por un proyecto y a poner en ello todas nuestras fuerzas. Pero, también es verdad que podemos vivir de manera superficial, instalarnos en la comodidad de nuestra vida cotidiana y autorreferencial para no arriesgar.

¿Qué tiene que decir la fe cristiana a este dilema de la existencia? ¿En qué medida mi relación con Jesús va transformando mis anhelos y deseos más profundo a la luz de su Evangelio? ¿Cómo mi fe me moviliza para salir de mis propios encierros y expresar lo mejor de nosotros mismos? Quizás estas preguntas nos las podemos plantear a la luz de la Palabra de este 5º domingo de Cuaresma.

En la medida en que nos acercamos a la celebración de la Pascua, el Evangelio nos coloca de frente con ese anhelo profundo que habitaba el corazón de Jesús. Aquello que marcó profundamente su existencia y que lo condujo hasta la entrega total en la cruz. En la escena que contemplamos este domingo, vemos a Jesús que ha comprendido que su “hora” ha llegado. En el evangelio de san Juan, “la hora” no solo es un momento clave de la vida de Jesús, es también el momento decisivo de la salvación de la humanidad. La hora de Jesús engloba su opción fundamental de llevar su misión hasta el final: su pasión, muerte y resurrección; pero también su glorificación al lado del Padre y el don del Espíritu Santo a sus discípulos.

El texto nos relata que Jesús siente angustia de enfrentar su hora, sin embargo, eso no le paraliza, decide confiar en el Padre. ¿Qué anhelo profundo habitaba su corazón a tal punto de elegir andar por el camino que lo condujo a la cruz? Es entonces que Jesús afirma: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. A través de esta imagen de la semilla de trigo que muere para dar fruto, Jesús nos muestra la fecundidad de su vida compartida en servicio de los más frágiles, de su muerte en la cruz y de su resurrección.

Esta revelación de la actitud fundamental de la vida de Jesús es también la revelación del sentido profundo de la existencia humana, de lo esencial de nuestra propia vida. No estamos hechos para nosotros mismos, la vida adquiere todo su sentido cuando se comparte, cuando se entrega en el servicio generoso hacia los demás; es entonces que la vida adquiere todo su sentido y que lo esencial de la humanidad se realiza. Dar la vida para vivir y para dar fruto, es lo que significa ser humano, eso es ser cristiano.

Por P. Carlos López, S.J.

Carlos López, SJ

Sacerdote jesuita de la Provincia de Centroamérica. Realizo estudios en Teología Moral. Creo que el encuentro cotidiano con la Palabra de Dios es capaz de transformarnos y de orientar nuestras vidas. Es a partir de este encuentro y de la familiaridad con el Señor, que podremos adquirir los criterios para habitar cristianamente nuestro mundo. Esto es, vivir insertos en la realidad y en la historia, sin traicionar los valores fundamentales del Evangelio.