- Domingo XXVI del Tiempo Ordinario – Ciclo B. Domingo 29/septiembre/2024
- Marcos (9,38-43.45.47-48). Jesús habla de la importancia de la comunidad
«Porque cualquiera que les dé a ustedes a beber un vaso de agua, por razón de su nombre como seguidores de Cristo, en verdad les digo que no perderá su recompensa».
Nuestros días suelen verse desbordados por intereses individualistas; la búsqueda del éxito y bienestar se promulga como el camino exigido. Los caminos evangélicos de pequeñez solidaria compartida suelen asumirse como pasados de moda y hasta obsoletos. Este es el contexto donde se nos invita a asumir la vida con gratitud comunitaria, sin ignorar la realidad, pero tampoco dejando que ésta nos engulla.
Es en este camino tenso entre la comunidad y la individualidad donde el Señor va animando nuestra peregrinación, de modo paciente y amoroso. Los primeros discípulos del Señor fueron madurando respecto de la bondad comunitaria, incluso más allá de los límites escasos que habían creado; se sentían poseedores de la verdad y beneficiarios únicos de la gracia de Dios que permitía obrar milagrosamente. Tanto así que llegaban a cuestionar a quienes en nombre de Jesucristo realizaban milagros. Preguntémonos: ¿será que llegamos a cuestionar la fuerza bondadosa del Señor que se expresa más allá de los límites que nosotros consideramos como válidos?
Aunque la gracia del Señor nos desborda, también es cierto que la libertad criatural de la cual gozamos nos puede conducir por caminos marcadamente influenciados por el mal espíritu. Es así, que al final del Evangelio de este día, se nos remarca la supremacía del Reino de Dios sobre todo lo creado. Por esta razón, se nos llama a estar atentos ante nuestros actos que puedan considerarse escandalosos, llegando incluso a afectar la realidad de fe comunitaria.
El texto afirma la importancia de quitar de sí todo aquello que nos impida asumir el Reinado de Dios (actitudes, pensamientos, obras, personas, lugares, entre otros). Lo afirma haciendo mención a las partes del cuerpo: “si tu mano te es ocasión de escándalo, córtala” (Mc 9, 42); de manera similar con el ojo y demás. Debemos pedir al Señor la gracia para estar atentos a las acciones del mal espíritu en el entorno, incluso en nosotros mismos, para quitar de sí todas nuestras afecciones desordenadas. Esta tarea constante posibilitará que nuestro corazón esté más cercano al ejemplo de Nuestro Señor y, por lo tanto, asumir nuestra vida en comunidad construyendo espacios de vida evangélica.
El Señor nos permita un corazón atento y dispuesto para amar y servir, siendo hermanos los unos de los otros, sintiéndonos compañeros de camino. Tenemos la oportunidad de hacer carne nuestro sentir en comunidad, reconociendo al Señor en medio de nuestros prójimos. ¿Te animas a emprender esta aventura?
Por P. Juan Gaitán, S.J.