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  • Solemnidad de la Santísima Trinidad – Ciclo B. Domingo, 26/mayo/2024
  • Mateo (28, 16-20). Jesús Resucitado envía a sus discípulos.

«Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».

El Papa Francisco ha enfatizado las oportunidades que descubrimos los seres humanos cuando rompemos las barreras propias y salimos al encuentro de los demás. La indiferencia ante las situaciones ajenas nos aleja del plan del reinado de Dios para con nosotros. Cultura del encuentro, ha acuñado como frase evangelizadora el Papa.

En el evangelio de este día, los discípulos regresan a Galilea. Vuelven al lugar donde todo inició, van al primer amor. Este lugar cargado de significancia les acoge desde la esperanza, Jesús ha resucitado; la muerte no tiene la última palabra. Sus corazones así se sienten aun más unidos entre sí, viviendo como hermanos unos de otros.

Pero, no todo termina allí. “Vayan por el mundo y hagan discípulos de todos los pueblos”, son las palabras que el Señor Resucitado les dirige. No se les llama a quedarse para sí el regalo recibido, ni mucho menos a encerrarse en las seguridades que el grupo puede darles. La misión es ir por todos los confines anunciando las maravillas que el Señor ha obrado, los signos de esperanza y vida que ha legado. Esta misma invitación la realiza el Señor para nosotros hoy; ¿cómo compartiremos esta gran noticia?

Y por supuesto, ante esta encomienda no vamos en soledad. La promesa del Resucitado se hace vida a cada instante: “yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Juntos caminamos por el mundo, mostrando que somos también amigos en el Señor, obrando según el corazón amoroso del Señor, siendo fecundos en medio de los terrenos hostiles y dando testimonio de compromiso por amar y servir.

San Ignacio de Loyola acogió en su vida la invitación de ser para los demás; los sueños de obtener riquezas, las aspiraciones de gozar de fama y el poder tan buscado, se mudaron en deseos profundos por amar y servir. Así, san Ignacio pudo encontrarse con otros que también compartieron esta mudanza (conversión externa e interna) haciéndolos amigos en el Señor. Y sí, en el Señor, porque salimos de sí mismos no solo para alcanzar propósitos que nos hagan mejores, sino porque deseamos parecernos más al Señor.

Seamos comunidad, seamos encuentro constante, abramos el corazón para acoger a los demás siendo verdaderamente hermanos. Con la mirada en el horizonte, pero consciente de las cercanías necesitadas de amor. Vayamos en compañía del Amor que nos lanza a amar a los demás.

Por P. Juan Gaitán, S.J.

Juan Gaitán, SJ

Sacerdote jesuita, nicaragüense por gracia de Dios, de la Provincia de Centroamérica. Realizó estudios en Finanzas, Filosofía y Teología. Nuestra historia es compartida desde el amor misericordioso que el Señor nos dispensa; de allí que, agradecidos, amemos y sirvamos. Las Sagradas Escrituras y la vivencia de la Santa Misa nos fortalecen en la búsqueda de la mayor gloria divina.