- Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia – Ciclo B. Domingo, 7/abril/2024
- Juan (20, 19-31). Jesús Resucitado se aparece a los discípulos
«Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de Sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios».
El Evangelio de este domingo (Jn 20,19-31) es la continuación del episodio del sepulcro vacío (Jn 20,1-9), y del momento en el cual Jesús aparece ante María Magdalena, quien declara a los discípulos que ha visto al Señor (Jn 20,11-18). El relato sigue su lógica, porque después del anuncio e invitación a creer, Jesús resucitado aparece a los discípulos y les muestra las manos y el costado, les habla y ofrece el Espíritu Santo.
En el mismo orden de sucesos, los discípulos son quienes ahora invitan a Tomás a creer porque le aseguran que han visto al Señor. Tomás responde que hasta no ver la marca de los clavos en sus manos y poner la mano en el costado, no creerá. Termina esta escena con la presencia de Jesús ante Tomás diciéndoles «¡La paz esté con ustedes!».
Los pasos que llevan a alguien a dar el salto de fe inicia con el anuncio, le sigue el momento de duda o de incredulidad, y culmina con esa presencia viva y activa del Resucitado en la vida de cada persona. Con frecuencia, consideramos que la falta de fe es mala, juzgando a quien no cree como alguien insensato o necio. Es probable que la incredulidad, esos momentos en que dudamos, sean necesarios e indispensables para vivir cada día intentado ser creyentes.
Si creer en Dios y en la acción salvadora del Hijo fuera fácil y sencillo, bastaría una palabra o una promesa puntual para adquirir esa etiqueta. La vida de un cristiano es un reto cotidiano, porque está invitado a confiar en la promesa de Dios todos los días, en cada circunstancia de la vida, en los momentos difíciles y de oscuridad.
La fe es la puerta de acceso para recibir el saludo de Paz del Resucitado. Los discípulos son enviados a llevar la Paz a todo el mundo. No es la venganza ni el rencor lo que caracteriza a los buenos discípulos, sino tener Vida en abundancia por medio de Él. Cumplir esta misión requiere aceptar que en ocasiones tendremos dudas que agotarán las energías y pondrán en duda los deseos más buenos y santos. Tengamos la certeza de que nuestro Señor está y estará con nosotros para confirmarnos en la fe.
Por Francisco Díaz, S.J.