Las noches no son eternas, las lluvias dejan de caer y acontece el arcoíris. Los ríos vuelven a su cauce, la hierba reverdece. El grano de maíz y los granos de frijol mueren cuando caen en la tierra, pero una vez pasados varios días, nacen a una nueva vida.
Nos acontecen noches que parecen eternas, lluvias que parece que no van a dejar de inundar los campos y caseríos, ríos que al parecer arrastrarán todo a su paso. También nos acontecen caos existenciales que nos asaltan los sin sentidos conductores de la desilusión y el desánimo. Sin embargo, eso que acontece como caos también es capaz de ordenarse y generar utopías fijas que sirven para generar vida, ilusión, añoranza, alegría, energía y amor. Pero la generación de vida, ilusión, añoranza, alegría y amor solo deviene cuando el motor de la esperanza se enciende.
Muy pocas cosas que estén fuera de la esperanza nos pueden ayudar a generar vida y disposición para luchar por un mundo más humano, cordial y estable. Solo la esperanza es el motor capaz de encender en nuestros corazones la facultad de caminar hacia adelante y luchar por un presente pleno y un futuro mejor.
Sin adelantarnos
Los cambios fundamentales de la existencia se logran poco a poco, y los resultados relevantes de cualquier asunto son fruto de la constancia y la ilusión con la que se lucha en aras de una realidad significativa para todos y todas. Por tanto, no hay que adelantarse los procesos de la vida; todo es paso a paso bien dado. El paso a paso bien dado es aquel que se rige por la esperanza.
Paso a paso, la esperanza se va abriendo camino por los mundos fragmentados por la violencia, las disputas entre unos grupos y otros, las divisiones y la ruptura de los lazos sociales. Paso a paso, la esperanza va nutriendo la vocación de todos los seres humanos para lanzarnos a ver más allá de las cosas, y para ayudarnos a forjar la fe en el encuentro con Dios, con uno mismo y con los demás. Desde este encuentro con Dios, percibimos de otro modo el mundo y vivimos las situaciones de la realidad desde una dimensión tal que el Espíritu nos mueve a un Dios capaz de dar movilidad a la ilusión y reducir la desesperanza.
A su paso, la esperanza nos devela los alcances de una nueva patria, cuando tantos hombres, mujeres y niños luchan aún con las dificultades que les hacen ir contracorriente para alcanzar un mundo mejor. A su paso, la esperanza se va a convertir en el único motor absoluto, capaz de generar cambios radicales en la política, en la religión y en las culturas. A su paso la esperanza será el puente único que sostendrá a todos y todas. En fin, a su paso la esperanza será el impulsor y superación de la fragilidad humana, y su consecuencia será la fuerza sanadora de los mundos fragmentados.
A su paso, la esperanza va marcando significativamente la historia de la humanidad por el impacto sanador en tantos hombre y mujeres. La esperanza lanza a la humanidad por horizontes cargados de ilusión, ánimo y añoranza. Entonces, es válido entonces caer en la cuenta de que la esperanza debe y debería ser nuestro motor que, a su paso, nos conduce dócilmente hacia el mismo Espíritu que animaba a Jesús para que anunciara la Buena Nueva del Reino de Dios.
Como consecuencia de una esperanza que devela el valor universal del sentido del amor en circunstancias de caos social, es de suma relevancia ligarnos a dicha esperanza única y capaz de ayudarnos a pasar de los sinsentidos existenciales hacia un nuevo día y sol.
Por Fredy Díaz, S.J.