Hoy el panorama puede ser desalentador: violencia, corrupción, incredulidad, desesperanza, etc. En una realidad donde se ven más cosas negativas que positivas, podríamos caer en la desesperanza y llegar a pensar: ¿Para qué luchar si todo sigue igual? ¿Para qué comprometernos si son pocos los cambios, más bien se nota hasta un retroceso?
Ante esta realidad, debemos de comprometernos más y no acomodarnos, debemos de confiar en Aquel que nos mostró el camino. En este caminar nadie se queda sin misión, todos y todas estamos invitados al banquete, cada uno con su taburete tiene un puesto y una misión, decía el beato Rutilio Grande, S.J. Esa invitación es para nosotros. Con nuestros sueños y habilidades, somos invitados, tenemos un puesto, pero también una misión. No hay que quedarse sólo con el banquete, somos llamados, pero también somos enviados.
Nosotros como cristianos tenemos la gran misión de preguntarnos: ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos hacer cambios desde la vida cotidiana? Recordemos que no estamos solos, hay personas que nos han iluminado y nos han mostrado que sí se puede construir una sociedad más justa, aunque lamentablemente nos hemos olvidado de esas personas.
Somos un continente de mártires, eso no se nos tiene que olvidar, llevamos en nuestra sangre la semilla de aquellos que querían ver países más humanizados. Todos sabemos que para que una semilla crezca y de frutos tenemos que cuidarla, abonarla y estar atentos. No podemos esperar frutos y ver países más humanizados, si cada uno quiere llenar su costal y hemos descuidado esa semilla que nuestros mártires sembraron.
Para eso, hay que recordar. Para eso hay que escudriñar en nuestra memoria histórica y reflexionar sobre lo que nuestros mártires querían. No es que vamos a reemplazarlos por Jesús; todo lo contrario, ellos nos mostraron a Jesús, su trabajo fue inspirado por el Jesús que camina con su pueblo. En pocas palabras estas personas se dejaron guiar por Jesús. En sus vidas vamos a encontrar la obra de Dios presente. Ellos lograron ver los signos de los tiempos y se dejaron guiar por el Espíritu. Es por eso que, para nuestro tiempo, ellos son luces que nos pueden guiar para encontrar a Dios.
¿Ya conocemos a nuestros mártires?
No podemos hablar de alguien sin conocerlo. Estamos invitados a que conozcamos a nuestros mártires, quienes fueron personas comprometidas con la sociedad. Cada país tiene personas que lucharon por la justicia y la igualdad. Estas personas podrían guiarnos para enfrentar los problemas de nuestra sociedad actual, porque estos problemas no nacieron hoy, son problemas que tienen décadas. Con el tiempo estos asuntos sólo van cambiando de nombres, pero siguen siendo los mismos problemas.
¿Qué nos dirían nuestros mártires en la actualidad? Estos mártires se dejaron tocar por la realidad, su corazón se sensibilizó con lo que estaba pasando en su tiempo. Creo que eso nos da pistas a nosotros. ¿Qué tanto me dejo tocar por la realidad? ¿Qué tanto me duele el sufrimiento de mi prójimo?
Pensemos en el ejemplo del campesino que sale a trabajar. De tanto usar el machete sus manos se defienden del dolor y empiezan a hacer la piel más dura hasta formar lo que popularmente llamamos “callos”, cuya función es proteger la piel de las manos. Creo que eso nos está pasando como sociedad, hemos echado callo, pero no en las manos, sino en el corazón. Miramos a nuestro alrededor, tanta desesperanza, tanto dolor, que nuestro corazón se ha cubierto de callo, para hacerse inmune al dolor.
Si seguimos así de indiferentes, seremos como piezas robóticas caminando por las calles, sin dejarnos tocar por el sufrimiento del otro. Hay que dejarnos tocar por lo que está pasando. Hay que quitar los callos que internamente estamos desarrollando, porque solamente sensibilizándonos con el otro podremos buscar caminos que nos humanicen, nos acerquen a Dios y nos ayuden a sentirnos enviados en misión.
Por Ronaldo Melgar, S.J.