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Cuando pienso en los mártires de la UCA me invade un sentimiento de esperanza. En realidad, es más que un sentimiento, es una esperanza que se funda en la vida de estos hombres que lo dieron todo, que, a pesar de sus miedos, temores, angustias, confiaron en Aquel que les invitó construir un país más humano, más solidario, más igualitario. Fueron hombres que confiaron en Jesús, y por eso mismo creo que su testimonio tiene mucho que decirnos.

El panorama actual puede ser desalentador: violencia, corrupción, incredulidad, desesperanza, etc.  y sin embargo los cristianos no dejamos preguntamos: ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo desde la vida cotidiana podemos hacer cambios? Gracias a Dios en estas inquietudes no estamos solos, hay personas que nos han iluminado y nos han mostrado que sí se puede construir una sociedad más justa.

Somos un continente de mártires, eso no se nos tiene que olvidar, llevamos en nuestra sangre la semilla de aquellos que querían ver países más humanizados. Todos sabemos que para que una semilla crezca y de frutos tenemos que cuidarla, abonarla y estar atentos. No podemos esperar frutos si hemos descuidado la semilla, no podemos ver países más humanizados si cada uno quiere llenar su costal, no podemos ver frutos en nuestra sociedad si no hemos cuidado esa semilla que nuestros mártires sembraron.

Para eso, hay que recordar. Ante una sociedad que quiere vivir el día a día, la invitación es a no olvidar. Esto no significa que nos vamos a quedar estancados en el pasado, llorando y lamentándonos, simplemente hay que volver, hay que dialogar con nuestros mártires y aprender de ellos. Para eso hay que escudriñar en nuestra memoria histórica y reflexionar sobre lo que nuestros mártires querían. No es que vamos a reemplazarlos por Jesús, todo lo contrario, ellos nos mostraron a Jesús, su esfuerzo fue porque se dejaron guiar por Jesús, en sus vidas vamos a encontrar la obra de Dios. Ellos lograron ver los signos de los tiempos, ellos lograron dejarse guiar por el Espíritu, es por eso por lo que son luces para nosotros, ellos también nos pueden iluminar para encontrar a Dios.

En primer lugar, no podemos hablar de alguien sin conocerlo. Por eso la primera invitación, es que conozcamos a nuestros mártires, que fueron personas comprometidas con la sociedad. Cada país tiene personas que lucharon por la justicia, lucharon por la igualdad, estas personas podrían guiarnos para enfrentar los problemas de nuestra sociedad actual, porque estos problemas no nacieron hoy, son problemas que tiene décadas, pero que con el tiempo sólo van cambiando de nombres, pero siguen siendo los mismos problemas.

¿Qué nos dirían los mártires de la UCA en nuestra actualidad? Estos mártires se dejaron tocar por la realidad, su corazón se sensibilizó con lo que estaba pasando en su tiempo. Creo que eso nos da pistas a nosotros, ¿qué tanto me dejo tocar por la realidad? ¿Qué tanto me duele el sufrimiento de mi prójimo? 

Todos sabemos que el campesino cuando va a trabajar, de tanto usar el machete sus manos se defienden del dolor y empiezan a producir algo que popularmente le llamamos “callos”, la función de estos es proteger y hacer más dura la piel para que no duela. Creo que eso nos está pasando como sociedad, hemos echado callos, pero no en las manos, sino en el corazón. Miramos a nuestro alrededor, tanta desesperanza, tanto dolor, que nuestro corazón se ha cubierto de callo, para hacerse inmune al dolor. 

Si seguimos así, seremos como piezas robóticas caminando por las calles, sin dejarnos tocar por el sufrimiento del otro, esa es la invitación con este pequeño ensayo, hay que dejarnos tocar por lo que está pasando, hay que quitar los callos que internamente estamos desarrollando, porque solamente sensibilizándonos con el otro podremos buscar caminos que nos humanicen y nos acerquen a Dios. Las armas, los militares, las guerras no son el camino para humanizarnos, la violencia sólo trae violencia, las armas y la represión sólo traen muertes.

Por Ronaldo Aníbal Brizuela Melgar, SJ