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En esta reflexión desde la parroquia San Isidro Labrador, en Tocoa, Honduras, Carlos Josué Méndez Díaz, S.J., profundiza en el mensaje del Papa Francisco en las dimensiones del papel de la Iglesia, la importancia de los jóvenes, el cuidado de la casa común y la fraternidad entre cristianas y cristianos como hijas e hijos de Dios.

«Se nos fue hacia la casa del Padre. Lo extrañaremos mucho, porque nos mostró a un Dios bueno y misericordioso. Su fallecimiento nos deja tristes, pero también agradecidos por su testimonio de vida cristiana».

Queridos hermanos y hermanas:

Estamos hoy aquí para recordar y agradecer por la vida del Papa Francisco.

Se nos fue hacia la casa del Padre. Lo extrañaremos mucho, porque nos mostró a un Dios bueno y misericordioso. Su fallecimiento nos deja tristes, pero también agradecidos por su testimonio de vida cristiana.

Permítanme compartir con cada uno y una de ustedes algunos puntos que quiero resaltar de la vida y el mensaje del Papa Francisco con relación al papel de la Iglesia, la importancia de los jóvenes, el cuidado de la casa común y la fraternidad como hijos de Dios.

Debemos decir que el Papa Francisco fue un jesuita entregado totalmente a Dios, a María Santísima Nuestra Madre y a la Iglesia. Por eso, podemos decir con certeza que fue un hombre de Dios, fiel a los principios del Evangelio y de Jesucristo. 

El Papa Francisco apostó por una Iglesia de puertas abiertas, por una Iglesia para todos y todas. Con ello nos mostró la apertura del amor de Dios. El Dios que no quiere que nadie quede fuera de su amor y de su Iglesia. Podemos recordar cuando el Santo Padre dijo: «en la Iglesia hay lugar para todos».  Esta frase marcó su pontificado y estuvo presente en todo su ministerio petrino. Así, nos mostró el cariño que Jesucristo tiene por todos nosotros, no impostando nuestras limitaciones y defectos. Francisco entendió bien que Dios nos amó primero, y no con amor falso, sino con un amor real e incondicional. La persona que percibe esto en su vida siente gratitud y deseo de hacer lo mismo con los demás.

Por otra parte, podemos recordar que los jóvenes tenían un lugar especial en el corazón del Papa. Los motivaba y animaba a ser perseverantes en la vida, a luchar por los cambios necesarios en el mundo. Decía a los jóvenes: «No tengan miedo, tengan coraje, vayan adelante, sabiendo que estamos amordizados por el amor que Dios nos tiene. Dios nos ama». Francisco creía mucho en la capacidad de los jóvenes, en ellos veía la esperanza de un mundo mejor. Les dedicó una exhortación apostólica, Christus Vivit, ojalá muchos jóvenes y todo el pueblo de Dios pueda leerla, en ella encontraran palabras que dan sentido y significado a la vida. En este texto Francisco expresa que «Jesús es joven entre los jóvenes para ser ejemplo de los jóvenes y consagrarlos al Señor». Con ello, invitaba a los jóvenes a seguir a Jesucristo, el amigo verdadero en todo momento de la vida. Jesucristo, el que nos quiere como somos y nos invita a amar. El Papa recordaba a los jóvenes su importancia y responsabilidad que tiene en la sociedad. Una frase hermosa de Francisco es que decía a los jóvenes: «Ustedes son el ahora de Dios». Con eso marcaba el valor y el aprecio que Dios tiene para los jóvenes. Los jóvenes de Tocoa pueden atesorar estas palabras del Papa Francisco, sentirlas suyas y que les sirva para animarse y construir la ciudad que quieren, una Tocoa justa y buena.

Otro aspecto para recalcar es que Francisco fue un Papa que se preocupó por el cuido de la casa común. Su mensaje fue claro y lucido en la encíclica Laudato Si.  En ella reconoce que la creación es hermosa y buena, pero que tenemos una gran responsabilidad con ella. No estamos aquí para destruirla, sino para cuidarla, apreciarla y respetarla. No hay que abusar de los bienes que Dios ha puesto en ella. Tocoa tiene un reto grande con esto. Por eso, hace mucho bien que escuchemos las palabras que el difunto Santo Padre nos dirigía en dicha encíclica. Francisco afirmaba que «nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura». Por eso, debemos ser cuidadores responsables de la naturaleza y el medio ambiente, sólo así podremos tener un pueblo o una ciudad habitable y bonita.

Finalmente, debemos decir, que la gran invitación y deseo del Papa Francisco es que todos nos sintamos y reconozcamos hermanos y hermanas, hijos e hijas de un mismo Padre. Si perdemos esto de vista la dignidad humana va en detrimento y seriamos infieles al Dios que nos creó a su imagen y semejanza. En la encíclica Fratelli Tutti que trata sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa afirma que debemos ser misericordiosos con el débil, el vulnerable y el que sufre. De ahí que invitará a pasar del individualismo a la solidaridad. Pues nadie se salva sólo, sino en comunidad. No perdamos pues el sabor de la fraternidad. Cultivarla es una tarea de todos los días, pero sus frutos son buenos y eternos.

Agradezcamos al Señor por habernos regalado a un Papa como Francisco, humilde, fiel, misericordioso y servicial hasta el último momento de su vida terrena. Asimismo, pidamos que nos bendiga y nos ayude a poner en práctica sus enseñanzas, para ser auténticos cristianos en el seguimiento de Jesucristo. Amén.