Moisés fue de las primeras personas en el Antiguo Testamento que Dios manda entre su pueblo como símbolo de liberación. También fue parte de una de las primeras muestras del amor de Dios hacia el pueblo de Israel y, por ello, es considerado para la Iglesia como uno de los grandes creyentes y fieles. Además, el tiempo que duró el éxodo del pueblo de Israel tienen relación con esos 40 días de preparación en Cuaresma. El ejemplo de Moisés nos ayuda a darnos cuenta de que debemos dejar atrás el pecado para abrazar los nuevos inicios que Dios nos tiene preparados.
El desierto: el lugar del primer amor
Desde su nacimiento, la vida de Moisés un inicio fue un reto y una misión que ya estaba destinada a él mucho antes de formarse en el seno de su madre. Su destino se vería confirmado por la alianza que Dios le propondría en el desierto, cuando el Señor se le manifestó en forma de zarza ardiendo. Confiando en su amor a Dios, Moisés decidió asumir y cumplir con la misión que Dios le revelaba, la cual era liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto.
En la historia de Moisés, se vieron involucrados un sin número de acontecimientos en los que Dios le demostraría su poder y amor hacia el pueblo de Israel. Moisés asume su papel de instrumento de Dios, decide seguirle ciegamente en la misión que le encomendará y que lo llevaría a encontrar en el monte Sinaí, la alianza de amor con Dios, brindada a través de las Tablas de la Ley que nos muestran los 10 mandamientos.
En Tablas de la ley, se hace presente la manera en que el Señor quiere educar a su pueblo. Al respecto de esta manera en que Dios nos instruye, el Papa Francisco nos dice lo siguiente en el Mensaje para la Cuaresma 2024: “Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra palabras de amor a nuestros corazones”.
De igual manera, Moisés se vio atraído por el amor de Dios en el desierto, y juntos establecieron una unión de amor que perdura hasta nuestros días y nos invita a abandonar todo tipo de esclavitud y a vivir en libertad en el amor.
Creer en la alianza de Dios con su pueblo
Sabemos que no todo fue fácil para Moisés. En su camino tuvo muchos obstáculos y muchas veces estuvo a punto de desfallecer, pues al momento que creyó cumplir su misión, el pueblo de Israel se dedicó a adorar otros dioses. Sin embargo, gracias a la intercesión de Moisés ante Dios, el pueblo de Israel pudo lograr convertirse y creer en el mensaje que Dios le reveló en el monte Sinaí. En el libro del Éxodo (Ex, 34:10), se nos relata que Dios le dice a Moisés lo siguiente:
“Yo voy a establecer una alianza. A la vista de todo el pueblo, realizaré maravillas como nunca se han hecho en ningún país ni en ninguna nación. El pueblo que está contigo verá la obra del Señor, porque yo haré cosas tremendas por medio de ti”.
Es importante ver que Moisés prestaba fielmente sus servicios a favor de Dios; él fue capaz de confiar en el plan de Dios para liberar a su pueblo y se dejó llevar por su amor para que Dios obrará en él. Gracias a esto, condujo por el desierto a un pueblo que sufría y era esclavizado. Abrió a su paso las aguas del Mar Rojo para que llegarán a la tierra que Dios tenía prometida para ellos. Moisés es una muestra indudable de la confianza que todos debemos poseer en Dios. A lo largo de 40 años, él supo llevar a su pueblo hacia la libertad y reconciliación con Dios.
Así pues, el tiempo de Cuaresma también es una “experiencia de desierto”, donde se nos invita a encontrarnos con Dios y a responder a su llamado. La Cuaresma nos invita a vivir 40 días de penitencia, que se refiere a nuestra consagración hacia la conversión y búsqueda de Dios, como hizo Moisés cuando recibió los mandamientos de la Alianza. En el desierto de desolación en el que muchos vivimos, Dios nos llama a dejar atrás todo tipo de vanidades y falsos dioses para encontrarnos con nuestro verdadero amor.
Por Nicole Rivera, de MAGIS-Nicaragua