La cuaresma es un tiempo muy fuerte, que nos prepara para la Pascua, por lo que la Iglesia nos propone a través de la Liturgia distinto personajes que nos van iluminando de múltiples maneras. Ya sea por sus virtudes, por su amistad con el Señor o por su profunda conversión, estos personajes nos señalan de forma directa a Aquel a quien debemos mirar: Jesús.
San José es uno de estos personajes (su solemnidad siempre es en Cuaresma) cuya vida es, ciertamente, todo un misterio. En los Evangelios no dice ni una palabra y todos sabemos que en los Evangelios siempre hay mucho de qué hablar, pues Jesús dejaba inquieto a aquellos con quienes se cruzaba su camino, incluso a sus padres terrenos. Y es que la misión de San José es imposible que pase desapercibida. Siento que a veces nos olvidamos de él (casi limitado a los iconos de la Sagrada Familia), pero preguntémonos: ¿Qué hubiese pensado el pueblo si se daba cuenta que María iba a tener un hijo antes de su matrimonio?
Nosotros conocemos la historia y sabemos cómo acaba, sin embargo, no podemos negar que en su momento fue todo un drama y que gracias al “Sí”, también libre y total, de San José, la historia de Salvación siguió su marcha. ¿Cómo dijo “Sí” si en el Evangelio no pronunció una sola palabra? Porque san José sabía que en la vida “el Amor se pone más en las obras que en las palabras”, como afirma San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, por lo que su “Sí” no es uno pronunciado, sino uno vivido en las decisiones y marcado por dos virtudes muy propias de él: la justicia y obediencia.
La justicia
“El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y, antes de que vivieran juntos, se encontró encinta por virtud del Espíritu Santo. José, su marido, que era un hombre justo y no quería denunciarla, decidió dejarla en secreto.” Mt.1, 18-19.
Hace unas líneas nos preguntábamos qué pensaría el pueblo si descubrían que María había quedado embarazada antes de casarse. La respuesta es atroz, pues siempre la gente saca conclusiones rápidas: Fue infiel. Según la ley de Moisés, la mujer que fuera encontrada en adulterio debía ser lapidada (Jn 8, 1-8), por lo que legalmente lo “justo” era sentenciarla. Para José, lo justo hubiera sido denunciarla, después de todo esta mujer que dice estar embarazada del Espíritu Santo, solo debió de haber sido para él y he allí “el deshonor”. Sin embargo, él va más allá del asunto y antes de juzgar según las leyes del mundo, juzga según Dios. Conoce a María, le ama, pero antes ama a Dios y sabe que la Vida vale más que cualquier honor humano. José sabía en su corazón que delatar a María sería mancharse las manos de sangre inocente.
La decisión de abandonarla en secreto le parece lo más justo. Pareciera que José siempre está buscando LO MÁS justo. Si el conociera una solución más justa, la tomaría, aunque eso signifique cambiar de opinión… Esto nos lleva a nuestra segunda virtud.
La obediencia
“Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu mujer, pues el hijo que ha concebido viene del Espíritu Santo […]. Cuando José despertó del sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió en su casa a su mujer.” Mt 1, 20-24
A veces nos parece tener claro que buscamos siempre “lo más y mejor”, que buscamos el MAGIS o la Mayor Gloria de Dios, como nos diría San Ignacio. Lo que perdemos de vista es que muchas veces ese MAGIS significa para nosotros renunciar a todo lo que no es MAGIS. Esto implica la voluntad para someter nuestra voluntad a un Bien Mayor, y solo así se da la obediencia. Considerando la Ley, José podía intuir que “LO MEJOR era repudiar a su mujer en secreto”, sin embargo, su experiencia de Dios y su capacidad de discernir lo abren a las posibilidades y en contra de su propia intuición obedece, que al estilo ignaciano esto se traduciría en poner los medios.
Muchas veces no nos falta discernimiento, sino que nos falta la voluntad de poner los medios, pues lo mejor, aunque podemos intuirlo y sospecharlo, no viene de nosotros, viene del único Bien, que es el Señor, nosotros solo abrimos el corazón y ponemos los medios. Pidámosle al Señor que en esta Pascua podamos recibir a Jesús como le recibió san José, que nos encuentre alegres, buscando la justicia y diligentes en la obediencia.
Por Antonio González