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Todos los meses, la imagen de la Virgen de Fátima va visitando casa en casa en el sector donde vivo, como parte de la devoción al rezo del rosario y con el objetivo de poner en intención la paz del mundo y en especial la de mi país. Normalmente, al final de cada mes, arreglamos un altar para la Virgen y nos reunimos en familia para rezar el rosario, así como ella lo pidió a través del mensaje que le brindó a Lucía. Sin su fiel servidora Lucía, no hubiésemos conocido el mensaje de esperanza y paz que la Virgen María quiso revelar ante un mundo dañado y no muy diferente del que tenemos actualmente.

Milagro en Fátima

A mediados de 1917, en mitad de los conflictos de la Primera Guerra Mundial, una mujer vestida de un blanco resplandeciente bajó del cielo y apareció delante de tres humildes pastorcitos de Fátima, Portugal: Lucía, Francisco y Jacinta. En nuestros días, es una historia muy conocida por toda la Iglesia Católica, pero a su vez cuestionada por algunos, ya que fue una de las apariciones más recientes bajo un contexto donde el mundo sufría las consecuencias de la guerra, en la cual muchas familias iban perdiendo a sus seres queridos.

Desde el momento que la Virgen se apareció a los pastorcitos, les advirtió todo lo que habrían de sufrir y padecer, los invitó a reunirse con ella el mismo día trece de cada mes y los animó a rezar el rosario por el mundo y sus pecadores. Luego, en una segunda aparición, la Virgen fue dándoles revelaciones a todos los pastorcitos y dejó entrever la misión que tendría cada uno.

Mientras los pastorcitos se reunían mensualmente con la Virgen, iban llamando la atención de mas personas que llegaban a orar y aglomeraban a una gran multitud que tenía curiosidad de lo que habían visto. En la última visita que tuvieron con la Madre del Cielo, pasó algo extraordinario: la Virgen mandó una señal del cielo de la cual aún se encuentran testimonios documentados de lo ocurrido. De este modo, la Virgen culminó sus apariciones en la tierra y le encargó a Lucía continuar con sus misiones en el tormentoso contexto en el que vivía.

Rezad el rosario

Lucía es un claro ejemplo de fe, pues, no solo supo ser perseverante y transmitir el mensaje que le dio la Virgen, sino que también supo ser fiel a lo que había visto y vivido, aunque muchas personas catalogaban lo ocurrido como mentira o blasfemia hacia la Virgen y la Iglesia.

Después de aquel suceso en Fátima, Lucía decidió dedicar su vida al servicio del Señor en como hermana religiosa en la orden de las Carmelitas Descalzas. Luego, en el convento, decidió escribir todas sus memorias y difundir el mensaje que la Virgen le había entregado, puesto que una de las peticiones que hacía la Virgen era que todos pudiéramos rezar mucho por los pecadores y hacer sacrificios por ellos para el bien del mundo.

La historia de Lucía está plasmada de heroísmo y valentía, pues fue capaz de custodiar las revelaciones que le había hecho la Virgen, supo ofrecer de manera sabia sus consejos espirituales y vivir de acuerdo con los mandatos del Señor. Por ello, podemos decir que Lucía fue una muestra en la tierra de todos los secretos ocultos del Cielo.

Los secretos del Cielo

Lucía también invitaba a todos a sentir devoción por el Inmaculado Corazón de María, realizar penitencia y orar por la paz y la salvación de las almas. Asimismo, la Iglesia hoy nos realiza esta misma invitación dado los acontecimientos en los que el mundo vive a causa de las guerras, conflictos armados y demás. Por esta razón, debemos procurar seguir el ejemplo de Lucía y así mantenernos fieles en la oración para que, al igual que ella, la Virgen nos conceda encontrar esperanza y refugio, incluso durante los días más oscuros.

Por Nicole Rivera, de Magis Nicaragua

Nicole Rivera

Miembro de la comunidad MAGIS Nicaragua. Conocí la espiritualidad ignaciana gracias la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Panamá, 2019. Gracias los valores que me inculcaron en mi familia y en los centros educativos donde he estudiado, y gracias a mi comunidad MAGIS, he aprendido a reconocer a Dios en las pequeñas cosas de mi día a día. Por ello, intento vivir a servicio de él y los demás en todos los entornos. «No tengo más oficio que remendar corazones» (P. Antonio Calle, S.J.)