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Cuando hablamos de “espiritualidad”, inmediatamente pensamos en algo que tiene que ver con Dios, con la iglesia y con personas muy devotas; parece que las religiones se han apoderado de la palabra y ha perdido su sentido humano. La espiritualidad no es lo mismo que la religión ni una serie de prácticas o creencias, ¿qué es?

La espiritualidad es lo que somos, en este sentido hay tantas espiritualidades como personas en el mundo, es el núcleo o dimensión de lo que somos y que brinda sentido, conexión y coherencia con todas nuestras experiencias vividas en nuestra historia hasta este momento. Es el “manantial” donde reside nuestra identidad, la fuente de vida, lo más auténtico de nuestro ser que se relaciona con la realidad, con Dios, con los demás y con la naturaleza.

Muchas veces, tenemos la sensación de que estamos fragmentados, nuestros pensamientos, sentimientos y el cuerpo están desconectados o nos pasa que somos tan diferentes según el escenario en el que nos encontramos. La cultura y la ciencia nos ha llevado a disociar nuestras vivencias: se dice que el ser humano está conformado por una parte biológica, una psicológica y otra social, esta división en sólo un intento para comprender la complejidad de lo que somos. Lo cierto es que somos unidad, así, no es acertado decir que “tengo un cuerpo” como algo añadido, sino que “soy un cuerpo”, es la misma persona la que se relaciona con su todo con los demás. La espiritualidad nos ayuda a vivir esa unidad íntegra que somos.

Esta dimensión espiritual que da sentido a toda nuestra experiencia y nos conecta con la realidad, nos hace descubrir quiénes somos verdaderamente, en ese núcleo está la esencia divina que Dios comparte con cada persona y nos hace uno con los demás y con la naturaleza. Jesús es modelo de humanidad, con su encarnación, nos revela quiénes somos notros y a qué estamos llamados a ser y hacer.

Cuando hablamos de la espiritualidad de Ignacio de Loyola, nos referimos a la experiencia de vida, su visión de la realidad, el recorrido que dio sentido a su existencia, que no era la imagen egocéntrica del vano honor (necesidad de reconocimiento), las riquezas (seguridades) y soberbia (libertad mal enfocada) que había construido como un noble de su tiempo. Dios le fue conduciendo por un camino de integración que le llevó a servir a los demás en el seguimiento de Jesús; una manera muy concreta, encarnada y situada de colaborar en la misión de hacer presente el Reinado de Dios. Por eso, se puede hablar de la espiritualidad de Francisco de Asís, de monseñor Romero, de Teresa de Calcuta, de una madre de familia o de un trabajador por los derechos humanos y tantos y tantas personas cuya fe dio sentido a sus vidas y actuaron desde su vocación particular. Cada una de estas experiencias son caminos de expresión espiritual, es decir, de humanidad.

La fe, las prácticas religiosas, el arte en todas sus expresiones, la oración, así como toda actitud humana como la compasión, el amor, la solidaridad y la justicia son manifestaciones de sentido de nuestra realidad espiritual y nos conectan con ella

Y tú, ¿cómo conectas con tu dimensión espiritual?

Por P. Erick Hernández, SJ

Erick Hernández, SJ

Sacerdote jesuita salvadoreño, psicólogo. Actualmente coordina el Sector de Espiritualidad de la Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús. También trabaja en una parroquia en la costa norte de Honduras.