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En estas últimas semanas que poco a poco nos preparamos para el nacimiento de nuestro Salvador, la feligresía católica nicaragüense decide agradecer a nuestra Madre del Cielo. Todos los 7 de diciembre, en la víspera del Día de la Inmaculada Concepción, recorremos las calles del país y coreamos un canto hacia ella. Ese día todo el pueblo mariano se une en una gran celebración, se ven fuegos artificiales en el cielo, mientras las personas caminan de casa en casa, se detienen en los altares que encuentran a su paso y cantan a todo pulmón a la Virgen.

Mientras grupos de personas van llegando a los altares, se escucha el saludo inicial que entonan diciendo “¿Quién causa tanta alegría?”, mientras que las demás personas contestan “¡La Concepción de María!”. Entonces, inician los cantos de la novena.

Esta ha sido una tradición propia de Nicaragua que promueve el amor del pueblo hacia la Virgen María. Además, esta tradición se ha extendido a otros países como Costa Rica, España y Estados Unidos, donde un sin número de nicaragüenses han extendido esta gran fiesta. La celebración conocida como “La Purísima”, o comúnmente llamada “La Gritería”, reúne a todas las familias y amigos para rezar la novena dedicada a nuestra Madre y agradecerle por su intercesión. 

Una celebración histórica

La historia de esta bonita tradición remonta al año 1562, cuando vino la primera imagen de Virgen de Inmaculada Concepción. En ese entonces, don Lorenzo de Cepeda, de quien se afirma que es hermano de Santa Teresa de Jesús, se quedó por un tiempo en El Viejo, municipio del departamento de Chinandega. Llevaba consigo esta primera imagen de la Virgen.

Las personas de El Viejo quedaron asombradas por la belleza de la imagen y llegaban de todas partes a admirarla. Al poco tiempo, la gente le adjudicó a esta imagen la fama de milagrosa. Sin embargo, don Lorenzo debía regresar a su destino de origen, Perú, por medio de un barco. Aunque bien, cuando don Lorenzo ya iba viajando en el barco, una tormenta lo obligó a regresar a puerto nicaragüense, donde los feligreses de la imagen celebraban su regreso.

Cuando Lorenzo vio el amor que tenía el pueblo hacia la imagen de la Virgen, decidió dejar su imagen en la que hoy es la Basílica del Viejo, en Chinandega. A raíz de esta acción, el día previo a La Gritería, el 6 de diciembre, se realiza en El Viejo la Lavada de la plata, una celebración que consiste en limpiar las piezas de plata que conforman el Tesoro de la Virgen, las cuales son pulidas con diversos materiales por los devotos.

A pesar de que Chinandega fue el departamento donde llegó la primera imagen, fue en la ciudad de León donde se originó la celebración de La Gritería, en el año 1857. Luego, la celebración se extendió por todo el país. En la actualidad, los cantos se acompañan de un “brindis” que las personas dueñas de los altares entregan a los fieles que se detienen para cantarle a la Virgen. Este brindis pueden ser dulces típicos como cajetas, gofio y caña de azúcar.

¿Qué significa la Gritería para mí?

En mi experiencia, La Gritería ha formado una fiesta muy importante en mi fe, ya que nos permite entregar nuestro amor a la Virgen y nuestro servicio a los demás. Desde pequeña, en casa de mis abuelos paternos, se ha celebrado la novena en compañía de amigos y familiares. Conforme fui creciendo, también pude vivir esta fiesta en el colegio donde estudié mis primeros años, al igual que en la universidad. En la actualidad, sigo teniendo la oportunidad de disfrutar esta fiesta con mi comunidad Magis.

Para mí, La Gritería es una parte de nuestra identidad porque invita a todas las personas, sin importar religión, edades o ideologías, a disfrutar de esta festividad con la familia, amigos y la comunidad. Por ello, el mes de diciembre es muy importante, pues además de celebrar la Navidad, podemos gozar todos los 7 de diciembre en las calles de todo el país y fomentar con gratitud y alegría nuestra identidad, al igual que el amor a la Virgen.

Por Nicole Rivera I Magis Nicaragua

Nicole Rivera

Miembro de la comunidad MAGIS Nicaragua. Conocí la espiritualidad ignaciana gracias la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Panamá, 2019. Gracias los valores que me inculcaron en mi familia y en los centros educativos donde he estudiado, y gracias a mi comunidad MAGIS, he aprendido a reconocer a Dios en las pequeñas cosas de mi día a día. Por ello, intento vivir a servicio de él y los demás en todos los entornos. «No tengo más oficio que remendar corazones» (P. Antonio Calle, S.J.)