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El pasado 28 de Julio, celebramos la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, la cual tenía como tema: “En la vejez no me abandones” (Salmo 71,9). Asimismo, unos días antes, el 26 de julio, se celebró a nivel mundial el Día de los abuelos, el cual también hace homenaje a san Joaquín y santa Ana, los padres de la Virgen María y los abuelos de Jesús.

En este contexto, el papa Francisco destacó el siguiente mensaje dirigido a todos los jóvenes: “Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos, para que la savia de los que tienen a sus espaldas una larga experiencia de vida pueda regar los brotes de esperanza de los que están creciendo». 

Este mensaje me hizo recordar todas las veces en las que mis abuelos me han contado sus experiencias e historias que han ido recolectando a lo largo de los años. Por ejemplo, me han hablado de cómo han vivido múltiples guerras que se han librado en diversos puntos de Centroamérica y de cómo la familia se ha tenido que mover a otros países de la región. Además, me han compartido cómo, a pesar de que han pasado muchas generaciones, hay ciertas cosas que se mantienen igual, algunas buenas y otras no tanto. 

Para mí, que tengo la bendición de aún tener a mis abuelos conmigo, se me es difícil imaginar no tener acceso a historias y experiencias de vida de otras épocas. Sin embargo, así como el tiempo va pasando, hay muchas cosas que se van olvidando. En muchos espacios en la sociedad, los adultos mayores se han ido quedando atrás o, mejor dicho, los hemos ido dejando a un lado. 

Como parte de su mensaje, también el papa Francisco mencionó que “una sociedad se construye con la alianza entre jóvenes y ancianos». En efecto, para edificar un futuro próspero, debemos reconocer que hay que mirar los errores cometidos para aprender a hacer las cosas de una mejor manera.

Nuestro mundo está en constante cambio, pero eso no quiere decir que no se pueda ver hacia atrás para que podamos avanzar. Nuestros adultos mayores son un pilar fundamental para que nosotros como jóvenes vayamos creciendo; no solo aquellos que forman parte de nuestras familias, sino todos aquellos con los que convivimos en nuestros centros de estudio o en el trabajo. 

Parte del camino de la vida es saber que hay un momento donde nos tocará llegar a la meta. Las anécdotas que vayamos viviendo nos irán enseñando que las cosas que considerábamos permanentes irán cambiando. Así, poco a poco, nos iremos desplazando para dar paso a nuevas generaciones. 

Sin embargo, eso no quiere decir que sea el fin, el papel de nosotros como juventud es también el aprender de los demás, en especial de las personas que tienen mucho más camino recorrido. Por ello, debemos saber escuchar cuando un adulto mayor nos quiera compartir sus enseñanzas y aprender a pedirle a Dios sabiduría, así como nos dice el Salmo 90: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato».

Debemos ir ganando sensatez conforme pasen los años, y así reconoceremos que la belleza de la vida recae en aceptar nuestras etapas. Algún día todos llegaremos a donde están ahora nuestros adultos mayores, pero, mientras tanto, tenemos que ayudarles a reconocer que, aunque el mundo esté cambiando, aún queda espacio para aprender cosas nuevas y revivir el pasado con alegría y agradecimiento.

Por Nicole Rivera | Magis Nicaragua

Nicole Rivera

Miembro de la comunidad MAGIS Nicaragua. Conocí la espiritualidad ignaciana gracias la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Panamá, 2019. Gracias los valores que me inculcaron en mi familia y en los centros educativos donde he estudiado, y gracias a mi comunidad MAGIS, he aprendido a reconocer a Dios en las pequeñas cosas de mi día a día. Por ello, intento vivir a servicio de él y los demás en todos los entornos. «No tengo más oficio que remendar corazones» (P. Antonio Calle, S.J.)