Skip to main content

Muchas veces nos ha pasado que entramos a nuestra casa o a nuestro cuarto y nos brota un pensamiento de “esto requiere de una limpieza”. Nos ponemos en acción y empezamos a limpiar, y así nos damos cuenta de que nos vamos cargando de cosas que no utilizamos, cosas que cubren mucho espacio y no nos dejan lugar para otras cosas que podrían ayudarnos. Terminada la limpieza, nos invade ese sentimiento de satisfacción y paz por reconocer el cambio en nuestra casa.

Hacer esto es la invitación fundamental para esta cuaresma. Cuaresma no es un tiempo para darnos latigazos, es todo lo contrario, es un tiempo para detenerse, es ponerse a observar el corazón. Es como entrar a nuestro cuarto y empezar a limpiar. Al limpiar el corazón también nos damos cuenta de que nos vamos cargando de cosas que no nos ayudan, de que nos cargamos de aptitudes que nos hacen daño.

Así como en la limpieza de nuestro cuarto sacamos todas esas cosas que no nos ayudan, la invitación para esta cuaresma es que identifiquemos todas esa aptitudes, hábitos y comportamientos que nos hacen daño y que dañan a otras personas.

Este proceso de conversión no es para ser publicado en Instagram, Facebook o Tiktok, no es para que los otros me aplaudan. Este es un proceso entre el corazón, mi persona y Dios. El evangelio del Miércoles de Ceniza es claro es esto: «Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha»,

No se trata de que los demás me aplaudan. Si queremos aplausos, podemos hacernos actores o actrices, pero se trata de nuestro corazón, y el corazón no se cura con aplausos. Lo que necesita es la caricia de Dios.

Por Ronaldo Melgar, S.J.