Skip to main content

Hace unas semanas en nuestra comunidad ignaciana MAGIS de Nicaragua, experimentamos grandes cambios no solo a nivel nacional, sino también a nivel general de Centroamérica. Asumimos nuevos retos que ha permitido que se nos abran espacios como jóvenes laicos dentro de la Compañía de Jesús. Sabemos que los cambios en la vida de cualquier persona no son fáciles de sobrellevar. Todos los miembros que formamos parte de esta gran familia sabemos lo arduo que se puede tornar el dar todo de nosotros mismos a los demás, en especial cuando creemos que nuestros esfuerzos no están dando los frutos necesarios.

Desde los inicios de MAGIS en 2019, hemos tenido que sobreponernos a múltiples retos, e incluso cuando creímos que esta historia ni siquiera iba a empezar. Nuestra propia resiliencia como comunidad nos hizo ir avanzando y darnos cuenta de que, a veces, lo que creemos que es el final resulta ser un inicio escondido. Además, nunca imaginamos en dónde nos encontraríamos dentro de los próximos años. Ahora, ser conscientes de todo lo que hemos vivido en el camino nos ayuda a confirmar que sí ha valido la pena.

El MAGIS, que significa “dar más”, ha sido una de las semillas que ha dado más frutos en mi corazón. Cuando descubrí el significado de la palabra, se convirtió en una constante fuerza de aliento para saber que, aunque pase por muchas situaciones oscuras, hay un modo de siempre entregar más de mí.  

En lo personal, el cambio que he tenido que asumir como miembro de la comunidad es mi nuevo papel como coordinadora, lo cual ha sido un reto que no imaginé tener que enfrentar jamás. Tampoco esperaba que este fuese el sueño que Dios tenía preparado para mí, pero, como todo lo que pasa en esta vida, Dios nos enseña el camino que él elige para nosotros y somos nosotros los que decidimos si aceptarlo o no. Al inicio, fue muy difícil para mí comprender que no era una decisión que solo me involucrase a mí, sino una petición que Dios me invitaba a aceptar, al igual que mis compañeros de comunidad.

De esta manera, gracias a la oración, he podido hacer las paces con la misión que Dios me ha encomendado, aceptando que era mi comunidad la que me necesitaba. Luego de muchos años de apoyo, escucha, consuelo y amistad, me toca retribuir todo lo bueno que he encontrado en ellos. Fue así como pude aceptar esta nueva tarea, aun con el miedo de no saber a dónde me llevará. Sin embargo, puedo decir que para mí los cambios no se han sentido tanto gracias a mis compañeros Magis, quienes me han recordado que está bien equivocarse y que la tarea de dirigir a una comunidad no solo recae en mí, sino en todos como equipo.

El papá Francisco decía hace unos días a través de la red social X que: “Es más fácil reír juntos que solos: la alegría permite compartir y es el mejor antídoto ante el egoísmo e individualismo”. Cuando leí esta frase, no pude evitar recordar a todos esos amigos que he encontrado y conocido en Magis, personas que nos acompañan en el camino, que nos regalan sus risas y comparten un momento de vida con nosotros. Aun cuando ya algunos no son parte de la comunidad, siguen alentándola desde el lugar donde se encuentran y festejan nuestros nuevos logros.

Por ello, vivir el Magis conlleva aceptar nuevas responsabilidades que, si bien son más ligeras de llevar cuando se comparten, no dejan de hacernos crecer. Aunque a veces no nos demos cuenta, vivir el Magis deja una huella en cada una de las personas que experimentan lo que es dar más de nosotros mismos en todos los aspectos, ya sea a nivel personal o comunitario. Gracias a esta manera de marcar la vida de los demás, nuestras comunidades se transforman y empiezan a crear nuevos talentos que nos ayudan a mirar hacia el futuro. El Magis se vive intensamente cuando estamos en comunidad, ofreciendo más de nosotros a quienes lo necesiten, así como una vez lo vivió Jesús con sus apóstoles.

Por Nicole Rivera

Nicole Rivera

Miembro de la comunidad MAGIS Nicaragua. Conocí la espiritualidad ignaciana gracias la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Panamá, 2019. Gracias los valores que me inculcaron en mi familia y en los centros educativos donde he estudiado, y gracias a mi comunidad MAGIS, he aprendido a reconocer a Dios en las pequeñas cosas de mi día a día. Por ello, intento vivir a servicio de él y los demás en todos los entornos. «No tengo más oficio que remendar corazones» (P. Antonio Calle, S.J.)