Inspirado por su experiencia acompañando a madres buscadoras y personas migrantes en México, Gerson Javier Herrera, S.J., jesuita en formación centroamericano, nos invita en este texto a reflexionar en torno a la esperanza no como un elemento lejano y externo, sino como experiencia cercana y concreta que brota desde las comunidades aún en contextos adversos.
Pareciera que en estos días el tema de la esperanza se ha puesto de moda, con motivo de la invitación del Papa Francisco (de feliz memoria) a vivir un año jubilar entorno a esta virtud. Considero oportuno hacer ver que dicha virtud ha estado presente siempre en nuestra vida de cristianos y en nuestra vida social. El año jubilar es, entonces, un momento concreto que nos invita a detenernos para reflexionar en torno a la esperanza con el deseo de renovar nuestras fuerzas para responder a los signos de los tiempos.
Desde mi experiencia, la esperanza puede ser ubicada en la experiencia de encuentro íntimo con Dios y en la experiencia de ser y hacer comunidad, a veces en lugares donde la cultura y el pensamiento se nos hacen ajenos a nuestra realidad.

Hace un año, aproximadamente, llegué a México y me he encontré con realidades que, vistas desde el exterior solo crean desesperanza, pero que a través de una vinculación directa muestran cómo las personas construyen y transmiten esperanza. Concretamente, me refiero a la situación de las personas desaparecidas en México y la migración en gran parte del mundo.

Al abrir mi corazón a estas experiencias, me he encontrado con personas que, a pesar de su difícil situación, experimentan y transmiten la esperanza. El colectivo de Madres Buscadoras, la red de Diálogo Nacional por la Paz en México y las organizaciones de atención a los migrantes son una gran luz de esperanza, no solo en el plano religioso, sino también en lo social.
Esta experiencia encarnada cobra sentido al ser llevada a la oración y al ser iluminada por este año jubilar, el cual nos invita a ser constructores de esperanza en nuestras realidades. La construcción de la esperanza es un camino y a la vez un caminar con esperanza. Es decir, solo podemos construir esperanza si vivimos en ella. De esta manera, las situaciones de desesperanza no pueden determinar nuestro entorno, porque en nuestro corazón está el sueño de construir un mundo distinto donde todos podamos navegar en la misma barca.
Gerson Javier Herrera, S.J.