Querido Chema, por todos lados me han dicho que ya no te encuentras entre nosotros. Hay un sentimiento de dolor entre el pueblo que tanto amaste y defendiste. Un llanto que nace de las entrañas de todos los que te conocimos y fuimos testigos de la luz que irradiaba tu testimonio y lucha. Un silencio de Emaús que nos hace caminar en la desesperanza ante la experiencia de la muerte.
Sin embargo, Chema, el silencio del camino de Emaús se ha vuelto un coro de voces que al unísono irradian la esperanza de la vida y Resurrección. Sigues estando presente en nuestro caminar. Tu voz sigue resonando en los corazones de todos los que vimos en ti un ejemplo de lucha por la fe y lucha por la justicia que la misma fe exige. Tu paso al banquete del Padre, tu pascua de amor, se ha hecho sentir en esta tierra.
Damos gracias a Dios, al Dios de Jesús de Nazaret, por tu vida. Una vida con un sentido evangélico de Buena Noticia. Fuiste testimonio de entrega y solidaridad con campesinos, estudiantes, intelectuales y todo aquel que se acercaba a ti con una necesidad. Transmitiste la alegría de compartir la vida. Nunca faltó una sonrisa, una anécdota o un chiste que calmaba toda pena y preocupación. Fuiste hombre de corazón puro, de entrega generosa, de solidaridad sin medida; en definitiva, un hombre que nunca descansó por alcanzar una paz que es fruto de la justicia.
Hoy, Chema, nos has dejado un legado a todos nosotros. Tu voz profética en la defensa de los Derechos Humanos, la denuncia ante las injusticias y ser testimonio de entrega por los más necesitados, nos inspira a seguir la senda que has marcado. Como tú lo escribiste claramente, y te cito explícitamente: “Defender derechos y exigir el cumplimiento de deberes es la única manera de defender la democracia y la convivencia amistosa”. ¡Y no hay que desanimarse!” Ahora es cuando, querido Chema, nos animas más que nunca a estar allí donde más se necesita ser profeta y compañero de las causas justas.
Chema, nos harás mucha falta. Ahora intercede por nosotros, tu pueblo amado, con San Romero, con los Beatos Rutilio, Nelson y Manuel, y junto con los mártires de la UCA, que te tocó recoger sus cuerpos destrozados por las balas. No te olvides de este país herido por el autoritarismo y la injusticia. Nosotros no te olvidamos. Porque, así como la experiencia de la resurrección de Jesús infundió un espíritu de esperanza entre los primeros cristianos, por hombres como tú, que se muestran como Buena Noticia para los pobres y oprimidos, la esperanza se mantiene viva en cada uno de los corazones de todos. ¡Gracias, Chema! No te has ido, sigues caminando con nosotros: ¡resucitaste en tu pueblo!
José Miguel S.J.