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Navidad – Lucas 2, 1-14

En esta hermosa fiesta de la Navidad, en que recordamos uno de los misterios más grandes de la historia de la salvación, la Encarnación del Hijo de Dios, la Iglesia nos invita a reflexionar a partir del prólogo del evangelista de San Juan, que es capaz de percibir con gran altura, que aquel que se ha hecho uno de nosotros no sólo es el Mesías, sino el Hijo de Dios.

Tal vez ya estemos acostumbrados a decir que Jesús es el Hijo de Dios, pero esta afirmación de fe será la más decisiva del cristianismo, que finalmente marcará el punto de ruptura con el judaísmo. Eso era impensable para el judaísmo, considerar a un hombre en igual dignidad que Dios, no sólo era una necedad sino una locura. El Prólogo de San Juan, en que al referirse al misterio Cristo, percibe que aquel que los discípulos habían conocido y con quien habían caminado, ese ya existía desde siempre, Jesús es la Palabra del Padre, el Hijo de Dios, que vino al mundo, pero el mundo no lo recibió. Y aunque en el Antiguo Testamento, los profetas anuncian la llegada de Dios y que él mismo apacentará a su rebaño, no es tan fácil descifrar el misterio, ni los mismos escribas y fariseos fueron capaces de percibir que el Enviado, sería Dios mismo asumiendo nuestra condición.

Por supuesto, esta afirmación radical de fe, sólo será fruto de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que habiendo vencido a la muerte se apareció a los suyos y los volvió a reunir. De muchas maneras Jesús manifestó a lo largo de su misión esa relación un tanto enigmática con Dios, llamándole Padre, y los muchos milagros que hacía acudiendo a esa relación especial. Sin embargo, los propios discípulos le oyen sin entenderle en profundidad, sólo el hecho de la Resurrección les revelará en toda su verdad el sentido de aquellas palabras que tanto repetía su Maestro. San Juan recoge esta afirmación de fe, de que Jesucristo es Dios, sólo como fruto de la experiencia única de los discípulos, que lo conocieron de cerca y le escucharon muchas veces insinuar su filiación a Dios Padre, y verlo volver después de la muerte, ese poder sólo era de Dios. Se les manifestará más claramente en su divinidad.

Por otro lado, el prólogo hoy nos comunica que el papel de San Juan Bautista, era dar testimonio de esa luz que venía, y es considerado como el último de los profetas que conecta la antigua alianza con la nueva que es traída por el Mesías, del cual el bautista dirá que existía antes que él y al cual no es ni capaz de desatarle las sandalias. Un San Juan Bautista afirmando que el que viene es superior y casi insinúa que es Dios. Pero esta verdad está más allá de los alcances de los razonamientos humanos, sólo puede ser percibida en cuanto Dios revelándose a sí mismo en la persona de Jesús. Por tanto, la aparición de Dios hecho hombre, encierra en un misterio igualmente mayor, cómo fue que nació de María la Virgen de Nazaret. Esto de alguna manera ocurre en lo oculto, que sólo es revelado después de que el Señor se ha manifestado en su divinidad al vencer la muerte. Y sólo aquellos que lo conocieron, y se abrieron al misterio lo reconocieron. Queda evidenciado que sólo en Cristo el ser humano se puede entender a sí mismo, que es llamado a participar de la divinidad de Dios por medio del Hijo, ya no es una simple criatura, es el ser humano también hijo de Dios, por la gracia recibida en Cristo.

Y como ocurre muchas veces, por la grandeza de una persona solemos investigar su origen, para entender muchas cosas en su vida madura. El prólogo del evangelio de San Juan, ya hace la conclusión, que un hombre como Jesús, sólo puede ser Dios. Y su sabiduría sólo puede ser la de Dios, por la claridad con la que ilumina todas las cosas de la vida. Asimismo, que sólo en él todo ser humano podrá conocer su fin y su meta, que no se agota en este mundo ni en esta vida, sino que trasciende hacia el misterio insondable de Dios. Él es la luz que vino al mundo y que alumbra a todo hombre y lo hace hijo de Dios. Una verdad que recordamos en cada Navidad, que el misterio se nos hizo cercano, se nos hizo hombre y habitó entre nosotros.

Feliz Navidad.

P. Mario Miguel Gutiérrez, S.J.

Mario Miguel Gutiérrez Cubas, SJ

Sacerdote Jesuita, actualmente Maestro de Novicios en Panamá. Realizó estudios de Filosofía en UCA Nicaragua, Teología en la UCA de El Salvador, y la especialización en Teología Dogmática y Fundamental en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, España. El perdón es el rostro concreto del amor, lo reconstruye todo.