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-IV Domingo de Adviento (Mt 1, 18-24)

En este cuarto domingo de adviento, el Evangelio de san Mateo nos abre ya las puertas de la celebración de la Navidad con el relato del «sueño de José». Este texto teológico nos cuenta cómo el Hijo de Dios entra en la historia de la humanidad, en la descendencia de David, a través de José.

Él ángel del Señor, se dirige a este hombre justo dándole a conocer  su vocación y la misión que Dios le encomienda: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». 

Dios irrumpe en la vida de José y, respetando su libertad, le invita a participar en la historia de la salvación, acogiendo en su vida el proyecto del «Dios-con-nosotros», que ya crece en el vientre de María. José, nos dice el relato, abraza este proyecto y recibe en su casa, es decir en su vida con todo lo que eso implicará, la misión que Dios quiere confiarle. 

También a nosotros, que nos preparamos para la celebración del nacimiento del Salvador, Dios nos sigue invitando a acoger en nuestra vida su Proyecto. Como para José, seguramente  implicará para nosotros salir de nuestros esquemas o redefinir nuestros proyectos. Pero como a José el Señor nos dice: «no temas, deja que mi proyecto llene de sentido el tuyo, no temas dejarme entrar en tu vida, solo entonces encontrarás la verdadera vida y Conmigo harás posible que la obra de redención siga siendo posible en la historia de la humana». 

A las puertas de la navidad, abramos nuestra vida, como José, al proyecto de Dios y dejemos que, entrando en nuestra casa, sigamos juntos «haciendo redención».

P. Carlos López, S.J.

Carlos López, SJ

Sacerdote jesuita de la Provincia de Centroamérica. Realizo estudios en Teología Moral. Creo que el encuentro cotidiano con la Palabra de Dios es capaz de transformarnos y de orientar nuestras vidas. Es a partir de este encuentro y de la familiaridad con el Señor, que podremos adquirir los criterios para habitar cristianamente nuestro mundo. Esto es, vivir insertos en la realidad y en la historia, sin traicionar los valores fundamentales del Evangelio.