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  • XIX Tiempo Ordinario – Ciclo C. Domingo 10 de agosto de 2025
  • Lucas 12, 32-48

Afortunado el servidor si, al llegar su señor, lo encuentra cumpliendo su deber (Lc 12,43).

Es una invitación que, a simple vista, suena clara, pero que también nos interpela: ¿cumplir el deber es suficiente? A veces, esa manera de “estar preparados” puede convertirse en una actitud calculadora, como quien mide cada acción o deseo esperando una retribución. Es fácil caer en una vida que aparenta bondad, pero que en el fondo busca otra cosa: asegurar una recompensa, evitar un castigo, ganar prestigio. Más de una vez, muchas y muchos cristianos hemos vivido así.

Sin embargo, el programa de vida al que Jesús nos invita es otro: buscar el Reino. Ese Reino es la confianza en que la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido, y que no necesitamos afanarnos con angustia por lo superficial y lo cambiante. Es vivir no por miedo ni por interés, sino por amor y fidelidad, incluso desde lo poco.

Tal vez ya hemos experimentado cómo, cuando la paz se nos escapa y la vida se siente cuesta arriba, es porque hemos dejado de buscar el Reino y hemos puesto nuestro tesoro en otra parte. Pero justo ahí, Jesús nos asegura que, cuando el corazón está anclado en el Reino, no hay ladrón que robe la fe ni polilla que desgaste la esperanza. Entonces, cumplir el deber deja de ser un acto calculado o la motivación principal, y se transforma en una entrega libre, alegre, auténtica y valiente.

Por eso, estar preparados no significa vivir obsesionados, sino permanecer centrados en ese Reino de felicidad que el Padre, con agrado, ya ha dado a su pequeño rebaño. Así, cumplir el deber deja de ser solo “cumplir”, y se vuelve en una vida dedicada a amar y servir con alegría.

Por Promoción Vocacional CAM