- XX Tiempo Ordinario – Ciclo C. Domingo 17 de agosto de 2025
- Lucas 12, 49-53
El Evangelio de Lucas utiliza un lenguaje radical. No hay espacio para tibiezas ni para ambigüedades cuando se trata de decisiones importantes. Basta una lectura breve de estos versículos para notar la intensidad de su mensaje y el simbolismo del fuego, el bautismo y la división. Este pasaje se inscribe dentro del estilo de contrastes propio del Oriente y refleja la fuerza apocalíptica de los primeros cristianos. Se trata de un lenguaje llevado al límite porque, en ocasiones, las decisiones fundamentales de la vida exigen firmeza, valentía y una postura clara ante los demás.
No se trata de provocar división por capricho ni de atemorizar al creyente, sino de recordar la radicalidad que implica tomar en serio el Evangelio. Algunos podrían pensar que este modo de vivir roza el fanatismo. Y, en cierto sentido, así es. Porque hablamos de entrega total, sin reservas. ¿Acaso se puede dar la vida sin confiar plenamente en el Reino de Dios? ¿Para qué invertir tiempo y energía en algo que no valga la pena?
La radicalidad evangélica nos llama a decidir y a ser coherentes con nuestras opciones. Pensemos en los que hacen el mal: trabajan con empeño por lograr sus fines. ¿Y los creyentes? ¿Y los constructores de paz? Si somos mediocres en nuestras convicciones, dejamos el camino libre para que la mentira y la injusticia dominen la narrativa. Por eso urge esta radicalidad que nos impulsa a salir de nosotros mismos y a entregar la vida al servicio de algo más grande: ser constructores incansables de justicia y reconciliación, incluso en una sociedad que parece perdida.
La imagen del fuego, en este contexto, nos recuerda lo que deberíamos ser: creyentes capaces de arder en un mundo apagado. Ser misericordiosos cuando predomina el rencor. Sembrar paz en medio de la guerra. Proclamar justicia en entornos de corrupción e inequidad. Y esto no se logra con tibieza o mediocridad, sino con la fuerza radical de una respuesta total a la llamada de Dios.
P. Francisco Díaz, S.J.