
Compartimos el texto íntegro de «Que no me quiten la esperanza», de la autoría de…
Sacerdote Jesuita, guatemalteco, con estudios en Comunicación Social, Filosofía y Teología Bíblica. Estoy convencido de la urgente necesidad de promover espacios de encuentro entre el Creador y sus creaturas, entre el Maestro y los discípulos. Para lograrlo, leer y reflexionar el Evangelio es un primer paso fundamental para conocer a nuestro Señor; Camino, Verdad y Vida.
Compartimos el texto íntegro de «Que no me quiten la esperanza», de la autoría de…
La imagen del fuego, en este contexto, nos recuerda lo que deberíamos ser: creyentes capaces de arder en un mundo apagado. Ser misericordiosos cuando predomina el rencor. Sembrar paz en medio de la guerra. Proclamar justicia en entornos de corrupción e inequidad.
Alegrémonos de que la luz ha vencido a las tinieblas. Que la vida triunfó sobre la muerte. Hagamos realidad la Paz en medio de nuestra cotidianidad. Creer en el Reino de Dios implica apostar una y otra vez por acciones que construye solidaridad, fraternidad y justicia.
El poder de sentirse perdonados es lo que cambia y transforma nuestra vida. No se trata de pecar con la certeza de que seremos perdonados, sino de comprender que quien ha sido perdonado encuentra en su vida una misión: llevar a otros a vivir desde la gratitud.
En este pasaje del Evangelio de San Juan encontramos pistas clave para identificar cómo la presencia de Jesús transforma nuestras vidas.
Lejos de ser espectadores del sufrimiento, este tiempo de Adviento nos exige ser partícipes activos en la construcción de paz y reconciliación.
Los creyentes estamos invitados a transformar nuestra sociedad y a revertir las estructuras que oprimen y marginan.
Debemos salir de nuestros egoísmos y deseos malsanos para dar paso a la fuerza del Evangelio, la cual es luz que desplaza la oscuridad.
Jesús no es una ley impuesta y alejada de la realidad, sino que se presenta cercano al que sufre, presto para dejarse alcanzar por el necesitado.